Prevención sí, legalización no

Una vez más se escuchan voces que quieren poner en la agenda pública el tema de la legalización de las drogas ilícitas.

Y como ha sido usual, quienes abogan en favor de dar ese paso generan una gran confusión porque no hacen suficiente claridad acerca del alcance de su propuesta. Tampoco muestran los estudios actualizados y detallados que prueben, con ejemplos y experiencias concretas, la bondad de la iniciativa, a la que le atribuyen el carácter de novedosa.

Pues bien, lo que se ha abierto es un debate en el que conviene participar. Para empezar, es bueno afirmar que la controversia se ha planteado en términos muy equivocados. Los defensores de la legalización proclaman que propugnan por ella en virtud del fracaso de la política actual.

Mal argumento, sin duda, porque uno de los grandes obstáculos que ha enfrentado la lucha contra el problema mundial de las drogas es que no ha sido posible definir una política global. Se han hecho acuerdos en los escenarios multilaterales en materia de principios y acciones, y existen convenciones internacionales.

Pero Europa continúa teniendo políticas nacionales, al igual que sucede en Asia y África. La visión que existe en esos continentes difiere en puntos neurálgicos de la que predomina en Estados Unidos. Y en Centro y Suramérica los lineamientos contra las drogas ilícitas no son idénticos. Los mismos abogados de la legalización dicen que ya es hora de que el consumo se mire como un asunto de salud pública.

Otra imprecisión, por cuanto ese aspecto ya ha sido incorporado en las acciones nacionales de un significativo número de países. De otro lado, los promotores de la supuestamente novedosa idea afirman que en donde se ha dado ese paso, el consumo se ha controlado. Además de que los datos existentes carecen de profundidad necesaria para hacer un análisis serio y adecuado, esa perspectiva hace caso omiso de realidades que aterran e invitan a una reflexión más cuidadosa.

En la última reunión del mecanismo de cooperación entre Europa y América Latina y el Caribe, los delegados de la Unión Europea arrojaron un baldado de agua fría sobre las deliberaciones, cuando afirmaron que una de sus principales preocupaciones es que se han identificado 125 drogas legales que producen el mismo efecto que las ilegales.

En resumen, crece el consumo de las sustancias amparadas por la ley que hacen daño, e igual sucede con aquellas que se encuentran al margen de la legalidad. Y, lo que es peor, los promotores de la legalización, al hacer una propuesta aislada, olvidan que uno de los grandes avances de Colombia fue lograr que la comunidad internacional aceptara el principio de la responsabilidad compartida, y el enfoque integral, equilibrado y multilateral en la lucha contra el problema mundial de la droga.

Que se haga, entonces, a fondo, el debate. Con el fin de contribuir a él, afirmo que para combatir el consumo lo prioritario es la prevención, no la legalización.

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