¿Qué pretenden las Farc?

Después de que desde la mesa de negociación de La Habana nos habían dicho que la firma del acuerdo de paz se acercaba rápidamente a su final, las Farc sorprendieron con una carga de profundidad.

Como si no se hubiera negociado nada hasta ahora y como si no existieran ya unos principios de acuerdo, las Farc plantearon la creación de unos “territorios especiales para la paz,” los llamados Terrepaz, en los cuales no tienen presencia ni las fuerzas armadas ni la policía. Y, como si esto fuera poco, pidieron, además, una redefinición de la misión, el presupuesto, el tamaño y la organización de las fuerzas armadas y de policía.

Flanqueado por Humberto de la Calle, por el comisionado de paz y por el resto del equipo negociador, el general Mora Rangel, a nombre del gobierno, se opuso tajantemente a esta propuesta y la calificó de imaginaria. Afirmó, enfáticamente, que las fuerzas armadas son indivisibles y que su composición o reorganización jamás han hecho o harán parte de una negociación. Además, reafirmó el compromiso de las fuerzas armadas con el proceso de paz y con las garantías de que, firmado el acuerdo, brindarán a la guerrilla para su tránsito a un partido o movimiento político, eso sí, cuando hayan abandonado “la combinación de todas las formas de lucha". 

Como es natural, esta propuesta de la guerrilla sorprendió a todo el mundo. Amigos del proceso, como Rudolf Hommes, en su columna de El Tiempo, la calificó como una provocación que está fuera de lugar y que va en contravía de la actitud generosa que ha tenido el gobierno a lo largo de todo el proceso.

Hommes tiene toda la razón, pero, además, es lícito afirmar que es un concepto equívoco. Porque, si estos van a ser territorios de paz, ¿qué pasa con el resto del país? ¿Va a ser un territorio de guerra? No. Debemos tener el propósito de que todas las regiones, no solo las periféricas, consoliden la paz.

Pero el equívoco es más de fondo. Porque, quizá, una de las razones fundamentales por las cuales ha existido mucha violencia en nuestro país ha sido la inhabilidad del Estado para contar con el monopolio de la fuerza legítima en todo el territorio. En forma semejante, en Colombia hemos sido incapaces de contar una justicia eficaz y pronta para todos. El desarrollo del país, y, en particular, de las zonas periféricas azotadas por la violencia y la inseguridad, no será posible sin el fortalecimiento de estos bienes públicos esenciales, que, como su definición lo implica, solo pueden y deben ser provistos por el Estado.

Más aún, debemos tener muy claro que, firmado el acuerdo de paz, las fuerzas armadas y la policía deben copar las zonas en las cuales las Farc mantienen algún control territorial. Para la seguridad misma de esta organización, debe procederse así, pues, de otra forma, otros grupos al margen de la ley podrían tratar de controlar dichas áreas. Y, para decirlo con claridad, dicho copamiento implicará, necesariamente, mayores recursos presupuestales para el estamento militar.

No sabemos qué motivaciones tienen las Farc para, a estas alturas, hacer una propuesta así. Pero, cualesquiera que ellas sean, deberían recordar el adagio popular que dice que “en la puerta del horno se quema el pan.” Si se llega a quemar, será sólo por su culpa.

Share on facebook
Facebook
Share on google
Google+
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn

Buscar

Facebook

Ingresar