Que siga la parranda

Hubo “más show y política que anuncios concretos en la visita de Estado de Santos a Obama”, dice la revista Semana. En los dos aviones de la Fuerza Aérea Colombiana iban ministros y empresarios serios que seguramente se sintieron incómodos con tantos lagartos y “pegados”. De estos especímenes, como actores de opereta, se destacaban exfuncionarios camaleónicos, burócratas consuetudinarios y pintorescos exponentes de la farándula criolla. Una fauna rica en reptiles tan propia de nuestra condición de país tropicalista y teatrero.

Después de regresar al país desde los Estados Unidos, amargas noticias recibió la alegre comparsa. Hechos delicados como la muerte de niños por desnutrición en La Guajira y unas cifras sociales y económicas que no estaban en los presupuestos del carnaval, ensombrecieron la fanfarria.

Cuando descendieron del avión, los alegres viajeros se percataron de que Transparencia Internacional situaba a Colombia en el puesto 83 en el nivel de corrupción dentro del total de países evaluados. Con el agravante de que tenemos el peor promedio de corrupción en Latinoamérica. Pareciera que la promocionada Urna de Cristal con que se iba a gobernar, prematuramente se hubiera partido en pedazos.

Posiblemente al poner el gobierno ausente los pies en tierra bogotana, conoció que las exportaciones colombianas en el 2015 cayeron en un 35 %. Se tuvieron las mismas ventas al exterior que nueve años atrás. Oh decepción, sobre la eficacia que soñaron lograr con los altos niveles devaluacionistas.

Seguramente al llegar a sus oficinas, agotados por tanto ajetreo pedigüeño, los expedicionarios oficiales conocieron de primera mano la brutal caída de las regalías, situación originada por la baja en los precios internacionales del petróleo. 5.4 billones de pesos dejarán de recibir este año las regiones del país, lo que frustrará muchos programas sociales que venían promoviendo en favor de la comunidad. Eso seguramente importa poco, debido a que en los cálculos de la lechera oficialista, ya dan como hecho los 450 millones de dólares que tendrán que pasar por muchos cedazos antes de volverse realidad.

Pero allí no se quedaban las malas noticias que borraron el recuerdo del jolgorio de la pintoresca fanfarria. Se toparon con el dato de que el déficit de cuenta corriente era del 6 % del PIB, cifra que, según el exministro de Hacienda Roberto Junguito, “es la más alta entre los 40 países a los cuales les hace seguimiento The Economist”, y que la deuda externa ya mordía los 350 billones de pesos. Y como para que lo que fue fiesta se acabara de estropear, el Fondo Monetario Internacional revelaba que el crecimiento de la economía colombiana este año a duras penas bordeará la cifra del 2.7 %. De encima se tropezaron con una cifra de inflación desbocada.

Al final de cuentas ese viaje sibarítico tuvo su amargo epílogo cuando abrieron las páginas de The New York Times, en las cuales se cuestionaba el “confuso acuerdo” sobre la justicia transicional, que podría conducir a la impunidad de crímenes de lesa humanidad. Y ahí los dolarcitos ofrecidos por Obama pasarían a ser sueños de una noche de verano….

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