¿Que “The New York Times” no tiene agenda política?

En esta época de fake news, los lectores se van acostumbrando a las falsedades sin que ello acarree consecuencia alguna. Hay, sin embargo, una afirmación que no debe pasar de largo: la del editor del otrora prestigioso The New York Times, Dean Baquet, diciendo que su diario es “un medio de comunicación que no tiene agenda política ni milita ideológicamente en algún bando”. ¡Qué mentira tan enorme! Si por algo es conocido The New York Times (NYT) es por el sesgo izquierdista, tanto en sus noticias como en sus editoriales. En el 2016, Arthur O. Sulzberger Jr., editor y accionista del diario, escribió una carta a los lectores prometiendo que el periódico “reflexionaría” en su cobertura de las elecciones de ese año en EE. UU., mientras se proponía volver a dedicarse a informar sobre “Estados Unidos y el mundo” con honestidad. Todo parece indicar que a Dean Baquet, que sigue informando “sin honestidad”, no le llegó la carta de Sulzberger. Jill Abramson, que fue la editora ejecutiva del periódico entre 2011 y 2014, en su libro Merchants of Truth (Mercaderes de la verdad), escribió: “Aunque el actual editor ejecutivo, Dean Baquet, dijo públicamente que no quería que el Times fuera el partido opositor, sus páginas de noticias eran y son inequívocamente anti-Trump… algunos titulares contenían opiniones crudas, al igual que algunas de las historias que fueron etiquetadas como análisis de noticias”. Pretender entender la política de EE. UU. leyendo el NYT es de una candidez alucinante.

A los sesgos domésticos del NYT hay que agregar el odio obsesivo que manifiesta contra Netanyahu y contra Israel. Haciendo gala de su falta de objetividad, el turno le tocó ahora a Colombia. Con razón María Isabel Rueda, en su columna del pasado 26 de mayo, concluye que las acusaciones del periódico contra Duque son equivocadas, injustas y groseras: “Si el diario hubiera consultado otras fuentes, sabría que saboteo llaman equivocadamente algunos a ajustar los acuerdos para que no se desmadren los ya generosos beneficios concedidos y no se van a desmontar. Que saboteo no es tratar de salvar la extradición como un arma efectiva de lucha contra el crimen. Que saboteo no es impedir que Santrich mande un cargamento de coca y que, como efecto por su captura, podrían incrementarse las disidencias de las Farc por la división Timochenko-Márquez. Que saboteo no es cambiar las políticas de comprar las hectáreas de coca con plata, estímulo equivocadamente dado por el gobierno pasado, que, según este mismo reconoce, enloqueció los cultivos de droga. Y, claro, saboteo tampoco es tratar de manejar ese piano humanitario gigante que se nos vino encima con los inmigrantes venezolanos”.

El comentarista mexicano Antonio Orduño expone las razones por las cuales periódicos como el NYT han perdido credibilidad: “El obstáculo para que los medios sean creídos, claro, es la cantidad desmesurada de noticias falsas, sesgadas, inútiles o directamente estúpidas que se divulgan cada segundo. Y no pocas veces esta visión escéptica es compartida por los propios periodistas, editores y trabajadores de los medios, lo que no deja de tener un aire siniestro de autoconmiseración y confesión de parte”.

Apostilla. Alias Jesús Santrich, reconocido traqueto, salió del búnker de la Fiscalía acompañado por los senadores Pablo Catatumbo, de la FARC, e Iván Cepeda, del Polo. Los pájaros del mismo plumaje gustan estar juntos, decía Platón en Fedro.

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