¿Quién dijo miedo?

Sin que se baje la bandera para dar inicio a la campaña por el plebiscito ya están en marcha las campañas por el SI y por el NO. Y en ambiente de intensa controversia emerge a lado y lado el recurso del MIEDO.

El debate ha tenido altos y bajos niveles de argumentación en medio de una aplastante ventaja para el oficialismo que ha gastado sumas millonarias del presupuesto nacional en publicidad a favor de su posición. Y aunque la Corte Constitucional en su fallo dejó sentada la exigencia de que la pregunta no debe girar en torno a la paz sino a los Acuerdos, el combustible que está tensionando el ambiente es el dilema que se impone incontrolablemente. De un lado los que apostando por el SÍ atacando a los defensores del NO acusándolos de guerreristas y hasta amenazando, con fines de crear MIEDO, con la prolongación de la guerra por otros 50 años y su impacto sobre todo en los centros urbanos.

Del otro lado, se señala a los partidarios del SÍ de haber sido demasiado condescendientes con la guerrilla al haber puesto en cuestión aspectos sustanciales de la vida nacional, y se agrega, también para que las gentes teman por el futuro y con razones ampliamente difundidas, que este proceso le abre las puertas al modelo castrochavista o socialismo bolivariano del siglo XXI.

Como quiera que a los críticos de las negociaciones en La Habana se nos tilda de exagerados al decir que este peligro está latente, pues el comunismo colombiano es débil en apoyos y en unas elecciones libres serían ampliamente derrotados, vale la pena insistir en la racionalidad del temor que sentimos, que en vez de amilanarnos, nos lleva a impulsar el movimiento por el NO en el plebiscito.

En todos los países del mundo donde han triunfado los comunistas ha sido a través de las armas, de golpes de estado, de insurrecciones o alianzas con fuerzas socialdemócratas, liberales o progres que no creyeron que podían perder el poder y ser luego eliminados del escenario político por aquellos.

La experiencia comunista desde la URSS, pasando por China y por países que no renuncian a la dictadura del proletariado, como Cuba y Corea del Norte, ha sido un desastre total.Sin embargo, en América Latina y liderado por los Castro y el Foro de Sao Paulo, el comunismo se reinventó y camuflado en mil causas desde las ecológicas, la democracia, los derechos humanos y hasta las de género, lograron crear un bloque de países gobernados por ideas que aunque no se presentan de comunistas, tienden a ese ideal fracasado.

Con paciencia infinita, los comunistas abren espacios entre fuerzas que subestiman su carácter peligroso. La revolución cubana mandó al paredón a quienes antes la aplaudieron desde orillas cirineas. En Venezuela hasta las elites políticas, los intelectuales y los empresarios, creyeron ciegamente en Chávez. Ni este ni Fidel declararon su fe comunista en principio, solo lo hicieron cuando se habían asegurado el control del poder.

Los comunistas en todas partes conspiran para crear desorden, divisiones, desconcierto, temores, incertidumbres en su estrategia de toma del poder. Aprovechar la crisis de las clases dominantes y sus fuerzas armadas son parte del libreto. No han declinado en su lucha por la dictadura del proletariado, expropiar a los terratenientes y hacendados, estatizar la economía, abolir la propiedad privada y usar el aparato educativo para crear el pensamiento único adoctrinando a los niños y jóvenes.

La principal fuerza comunista en Colombia está representada por las FARC que en La Habana ha reafirmado sus tesis marxista-leninistas detrás de las que justifican todos sus crímenes. No han renunciado a ellas ni lo harán, pero, para ingresar en sociedad las relegarán, por un tiempo, a planos muy secundarios. Aborrecen la democracia que consideran burguesa y la usan como escalón para acceder a puestos de privilegio desde donde atacarán la fortaleza enemiga.

El Foro de Sao Paulo es hoy día el epicentro de la estrategia que apunta a la instauración del comunismo en la región. En Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua, conquistaron el poder sin mayor oposición y con el visto bueno de alegres solidarios que no previeron el peligro. Arrasaron el orden constitucional para perpetuarse en el poder, arruinaron la separación de poderes y restringieron la libertad de prensa, además del gran desastre de la economía en Venezuela uno de los países más ricos del mundo.

Que Colombia sea un país objetivo en ese plan y que la Cuba de los tenebrosos dictadores Castro no elimine el Departamento América (encargado de propagar su revolución continental) de su partido comunista, refuerza el temor. El miedo deja de estar en el horizonte para entrar en el juego de las posibilidades a través de unas negociaciones en que se les entrega demasiadas ventajas.

El miedo surge también de la gestión de gobernantes de la talla de Juan Manuel Santos que confunde el país con un casino y de la dirigencia de partidos como el lánguido y plutocrático liberalismo, un empresariado acobardado y ciego ante los nubarrones y sordo a las advertencias, una prensa entregada a la millonaria pauta publicitaria oficial y un Ejército descabezado y sin mística al que le acaban de cambiar su doctrina (exigencia de las FARC).

Me pregunto: ¿es o no es razonable sentir miedo, sentimiento profundamente humano, y decírselo a los colombianos para que entiendan que solo luchando contra los infames y entreguistas acuerdos de La Habana podemos iniciar el camino de recomponer las negociaciones de tal forma que la paz no signifique el hundimiento del país en nuevas violencia, en el caos y poner en riesgo, sin necesidad, la democracia y las libertades.

Share on facebook
Facebook
Share on google
Google+
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn

Buscar

Facebook

Ingresar