¿Quién le cree a las narcoguerrillas y a Juan Manuel Santos?

La dupla inescrupulosa de las narcoguerrillas marxistas y Santos llevaron al país a la más escandalosa postración ante el crimen organizado de que tengamos memoria.

La respuesta es simple: Nadie. El país lo sabe bien debido a la funesta experiencia que vivió durante estos cuatro años del camarada Santos en que él resucitó política y militarmente a las FARC y al ELN, dándoles todas las garantías para seguir con su macabro negocio de asesinar colombianos y traficar con drogas.

La amnesia nacional parece ir desapareciendo poco a poco, y la opinión pública se hace difícil de engañar por parte de los grandes medios de comunicación que, enmermelados impúdicamente por este gobierno afín al castrocomunismo, no han tenido más remedio que reconocer marrulleramente (para que esa opinión pública no los castigue con dejar de escucharlos, leerlos y verlos), que Oscar Iván Zuluaga posiblemente gane en primera vuelta.

La dupla inescrupulosa de las narcoguerrillas marxistas y Santos llevaron al país a la más escandalosa postración ante el crimen organizado de que tengamos memoria. Y el camarada estuvo a punto de lograr la hazaña de engañar al pueblo colombiano jugando con una baraja de seis ases. Mientras por un lado anunciaba a los cuatro vientos que jamás permitiría que los terroristas tuvieran impunidad y llegaran al Congreso, por el otro lado utilizaba multimillonarios recursos públicos para pagar a un equipo jurídico y a los grandes medios para que encontrara la trampa para alcanzar lo que en público negaba.

Luego de que se conociera la existencia de dineros del narcotráfico en su campaña, y pocas horas después de que sus aliados políticos –las FARC- asesinaran a dos niños utilizándolos como paquetes-bomba, Santos clamó por un salvavidas a los bandidos amigos suyos. Y los bandidos respondieron: Decretan un cese al fuego unilateral para que la opinión pública agradezca dichosa a los terroristas que no sigan asesinando a indefensos civiles.

De inmediato, con el libreto ya listo, el senador Juan Fernando Cristo –manchado en el proceso 8.000- agradeció públicamente a los terroristas de las FARC y el ELN semejante anuncio, y dijo que esto era “muy positivo para el proceso de paz” y para las elecciones presidenciales.

Por supuesto, eso es lo que los amigos de los infames creen.

Otro contertulio de los terroristas, Iván Cepeda, dijo que: “contrario a los rumores, el proceso de paz en La Habana sigue y se afirma.”

Tanto los terroristas como el Fiscal Montealegre apoyan la tesis de que lo que realmente perjudica la paz en Colombia no son las acciones criminales de estos bandidos, sino las opiniones de aquellos que no queremos impunidad para los asesinos. Igualmente, para ellos es más tenebroso que alguien se atreva a escudriñar los correos electrónicos de los demenciales homicidas, que el hecho de cargar con explosivos a dos niños y hacerlos explotar en mil pedazos.

El ridículo y cínico comercial de Juan Manuel Santos, paseándose pensativo por un pasillo estrato 3 mientras mira al cielo, compungido porque la mayoría de los colombianos no le cree a él ni a los terroristas de las narcoguerrilleras sobre su voluntad de paz, mientras pide a quién sabe quiénes que “Ayúdenme a despertar a esos colombianos que están hipnotizados por la guerra para poder construir un país en paz”, es una bofetada a los colombianos de bien, aquellos que han sufrido la violencia irracional de sus cómplices, esos a quienes él quiere blindarlos de impunidad y curules.

La paz sólo se consigue aplicando la justicia. Y la justicia clama por castigo para los ejecutores de tanto terror en Colombia.

La payasada del camarada Santos con este comercial tiene, no obstante, un aditamento espantoso: Mientras él aparece en la publicidad como un hombre que busca la paz, sus esbirros –tanto en su gobierno, como en la Fiscalía- hacen lo necesario para acallar a quienes nos oponemos a esa repugnante maquinación del hampa marxista del narcotráfico que busca lavarles sus fabulosos capitales hechos con sangre y secuestros, y –además- ponerlos a legislar sobre el pueblo al que aún siguen masacrando.

Las narcoguerrillas hacen el trabajo de las bombas, los asesinatos, las tomas sangrientas de pueblos, los secuestros… Y la Fiscalía, entretanto y en simultánea, criminaliza a quienes no tenemos más armas que el derecho a opinar.

Oscar Iván Zuluaga debe ganar las próximas elecciones. De lo contrario, hay que decirlo hasta el cansancio, la tercera y criminal vía de Juan Manuel Santos nos llevará al degolladero castrocomunista del cual, con suerte, tardaríamos dos décadas en salir.

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