REACCIONAR A TIEMPO

En entregas anteriores hemos señalado el inminente peligro para la humanidad derivado de la expansión impune del terrorismo, en cualquiera de sus variadas modalidades. Muchos piensan que se trata de un fenómeno exclusivo del Oriente Medio o de algunas estructuras fanatizadas religiosa o políticamente en el resto del mundo. Sin embargo, a pesar de las múltiples manifestaciones que de manera creciente tenemos en el continente americano, de polo a polo, no las tomamos demasiado en serio. Pensamos que es responsabilidad de cada gobierno enfrentar las consecuencias, pero no hay una política integral verdaderamente preventiva. Basta con revisar cualquiera de las conclusiones del montón de organismos nacionales e internacionales del área para constatar que el tema nunca está en agenda. Ahora hasta las consecuencias del narcotráfico, por ejemplo, son minimizadas y el consumo de drogas ilícitas presentado como un problema personal, más vinculado a la salud que a la seguridad colectiva.

Aún me impactan profundamente las fotografías y grabaciones de los prisioneros ucranianos desfilando por las calles de Donetsk. Están amarrados, con las cabezas bajas, fusiles y bayonetas apuntándolos y recibiendo, además, agresiones sin límites desde la calle. Casi simultáneamente, fueron las imágenes del periodista norteamericano degollado y las amenazas complementarias hacia otros detenidos. Podríamos continuar durante días enteros haciendo el inventario de cuanto ocurre. Lamentablemente el Derecho Humanitario Internacional, pareciera estar hecho de goma, de plastilina decimos en Venezuela, se estira y encoge, de acuerdo a las conveniencias de quienes dominan el escenario mundial. Mientras tanto crecen las víctimas y las amenazas se multiplican. Demasiada hipocresía. Temores exagerados, cálculo oportunista o simple indiferencia proyectan ante el mundo una extraña sensación de soledad universal aprovechada al máximo por quienes usan este tipo de violencia como instrumento fundamental para alcanzar sus objetivos de dominación.

El terrorismo es una amenaza real para todo Occidente, incluidos por supuesto Europa, Estados Unidos y Latinoamérica. Crece y se expande. Dentro de cada país hay violaciones escandalosas a los derechos humanos, no sólo por parte de organizaciones terroristas, sino también por parte de los mismos gobiernos civiles, militares o mixtos, con sus políticas de represión y los regímenes carcelarios en unos cuantos de nuestros países. Bastaría señalar, quedándonos cortos, los casos de Venezuela y Cuba. La militarización de la vida pública y la represión abierta o encubierta para mantener el poder a como dé lugar, hablan por sí mismos. Pero la indiferencia es desesperante. La amenaza es global. Puede generar reacciones terribles. Algunas ya fueron experimentadas en el pasado en unos cuantos de nuestros países.

oalvarezpaz@gmail.com

Sábado, 30 de agosto de 2014

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