Reflexiones de un perro

“Ladran los perros, señor. Señal de que cabalgamos, Sancho”. Se atribuye al Quijote. Ahora lo usa Santos. “Han ladrado, ladran y seguirán ladrando”, dijo. Claro, los perros somos quienes hemos hecho críticas al proceso de paz.

El Presidente sigue tirándoles con saña a sus contradictores. En cambio, no dice ni mu sobre “Timochenko” y las Farc, que han salido a desmentir casi todo lo que ha dicho el Gobierno sobre el acuerdo en materia de justicia y que, además, a través de Anncol, su agencia de publicidad, han decidido amenazar a empresarios y críticos del proceso de paz, con la mirada pasiva (¿cómplice?) del presidente y del Gobierno.

El doble estándar de Santos, durísimo con sus contradictores y como una seda con las Farc, es un pésimo mensaje y, al mismo tiempo, muestra hacia dónde va. Como en las elecciones del 2014, Santos seguirá alineado con la izquierda, incluso con la radical y violenta, con tal de vencer a Uribe, su progenitor político. El hijo busca devorar al padre, al que le debe todo.

Pero vamos a los acuerdos. Para empezar, ya no es inusual, el Gobierno se contradice. Los negociadores dijeron que no había que especular y que el comunicado era “el acuerdo”. Las Farc precisaron que “el comunicado no es el acuerdo”. Después Santos habla de un texto de 75 puntos y “algunas materias pendientes de desarrollo” que “no afectan en nada la esencia de la fórmula de justicia”.

“Timochenko”, en cambio, sostiene que el acuerdo “está cerrado” y que “no es cierto que con respecto a su contenido sustantivo y procedimental haya temas que requieran precisión adicional o un desarrollo que implique aclarar lo que no necesita aclaración alguna, porque lo escrito y recogido en el texto es totalmente trasparente”.

Por ahora no sabemos qué significa “restricciones a la libertad en condiciones especiales”, la sanción para los responsables de crímenes internacionales. Una cosa dicen las Farc y otra muy distinta el Gobierno. Pero por mucho que los funcionarios gubernamentales traten de matizarlo, ya ha quedado claro que los de las Farc responsables de tales horrores no pagarán cárcel (“en el acuerdo no se habla de concentración de tropas de las Farc ni de lugares de confinamiento”).

Según Santos, eso es justicia. Para Amnistía Internacional y para Human Rights Watch, perros ellos también, ya han dicho que no, que esa ausencia de prisión no es otra cosa que impunidad. ¿Qué dirá la Corte Penal Internacional? De su respuesta depende la sostenibilidad del proceso.

También sabemos que no habrá extradición de los narcotraficantes de las Farc. En eso sí coinciden guerrilla y Gobierno. Y lo hacen además en que los responsables de crímenes internacionales harán política sin restricciones. Santos ya nos anunció que Timochenko podría ser presidente. Súmenle ustedes la suspensión de la aspersión aérea con glifosato, las circunscripciones electorales especiales en que solo podrán participar movimientos afines a las Farc, la entrega de medios de comunicación a las Farc y un largo etcétera.

Y lo que viene, porque es posible y probable que ceda aun en más. O peor, que ya haya cedido. Por un lado, aunque el Gobierno dice que el acuerdo no modifica el régimen de juzgamiento de los presidentes, las Farc sostienen que serán llamados frente al nuevo tribunal especial. En eso, claro, también está de acuerdo el Fiscal. Después, se juzgará a empresarios y políticos, como lo anunciara Anncol ante la mudez gubernamental.

Y, como vamos, las Farc no tendrán que reparar ni entregar sus bienes, porque ya advirtieron ellos, la reparación será “individual”, en caso de que no tengan recursos económicos para hacerlo, “corresponderá al Estado” y “ningún guerrillero se ha enriquecido, ningún guerrillero tiene siquiera una humilde vivienda”. Es decir, el proceso sí será un gigantesco lavadero de activos, esa plata quedará para que las Farc hagan política con millones de dólares en el bolsillo y las reparaciones saldrán de los nuestros.

Santos no ganó ni una y cedió en todo lo importante. La bajada de pantalones es de antología. Nos entregó.

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