Reflexiones postelectorales

Termina una campaña política muy difícil para el Centro Democrático, partido que asumió con entereza a lo largo y ancho de la geografía nacional la defensa de un cuerpo doctrinario en el que cree firmemente.

La nuestra fue una campaña fundamentada en las ideas, en el diálogo con la ciudadanía, en construir los programas de gobierno local de acuerdo con las necesidades de la comunidad. Recorrimos el país agitando nuestras banderas, buscando ampliar nuestra base popular en las que fueron las primeras elecciones locales en las que el Centro Democrático presentó candidatos.

El resultado no fue el esperado. Debemos hacer la autocrítica, revisar internamente qué falló. Como bien expuso el ex presidente Uribe avalamos a muchos aspirantes que fueron incapaces de exponer el programa ideológico del Centro Democrático.

Las pugnas de los directivos a nivel regional hicieron daño grave. Se perdió tiempo precioso que debió ser empleado en la consecución de votos y no en querellas vanidosas entre quienes fungen como coordinadores políticos a nivel departamental o municipal.

Todas las fallas que cometimos como colectividad deben ser muy tenidas en cuenta para que aprendamos del fracaso. El Centro Democrático es un partido de largo vuelo. El domingo tuvimos algunos reveses, pero eso no significa, ni mucho menos, que estemos en vía de extinción.

Plantearemos al interior de la colectividad un debate interno con el fin de que se tomen las decisiones políticas y se hagan los cambios que corresponda, porque somos conscientes de que la colectividad debe estar muy por encima de las personalidades.

Nosotros no ajustamos nuestros principios ideológicos a las circunstancias coyunturales. Si el viento sopla en nuestra contra, nos mantenemos firmes porque nuestras creencias políticas son de raíz.

También entendemos que hay sectores interesados en destruirnos a través de canales distintos a los democráticos. Para nadie es nuevo que el fiscal general de la nación, que funge como activista político opositor al uribismo con la capacidad de convocar a audiencias de imputación de cargos, de emitir órdenes de captura y dictar medidas de aseguramiento es un enemigo declarado de todos nosotros.

Varias veces le he pedido al fiscal Montealegre que renuncie a su cargo y que baje a la arena política y nos enfrente en el bello campo de batalla de la democracia.

Así mismo, se nos ha señalado a los uribistas de ser unos “enemigos de la paz”. Han desdibujado nuestras legítimas dudas frente al proceso de paz de La Habana, calificándonos como guerreristas cuando hemos repetido hasta la saciedad que somos amigos de la paz, pero con justicia, verdad y reparación a las víctimas, tres condiciones elementales para garantizar la no repetición de la violencia.

En la política a veces se gana y a veces se pierde. Esa es la condición que tenemos que tener clara quienes participamos en las gestas democráticas. Somos conscientes de que el resultado del pasado domingo no es el que esperábamos. Debemos determinar las causas por las que no logramos atraer a un mayor número de ciudadanos y adoptar las decisiones que corresponda al interior del partido porque al fin y al cabo quienes ejercemos la representación de nuestros electores, tenemos un compromiso con ellos que trasciende el plano personal.

Lo importante, lo fundamental es que, al margen del flaco desempeño que tuvimos en las elecciones regionales, el compromiso del Centro Democrático con el pueblo colombiano sigue vigente.

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