REFLEXIONES SOBRE LA PAZ II

No creo que sea criticable el uso electoral del “proceso de paz”. Más aun, es indispensable la discusión sobre los fines, circunstancias y condiciones del proceso. Los ciudadanos necesitan saber las posiciones de los candidatos.

Lo que sí merece un serio reproche son las acusaciones por parte de Santos a quienes tienen diferencias con la manera en que conduce el diálogo en Cuba. Santos, con la complacencia cómplice de la gran prensa, tacha una y otra vez a sus contradictores como enemigos de la paz, ultraderecha, neo nazis, fascistas, “mano negra” y un sinnúmero de epítetos y descalificaciones de similar calibre. Las acusaciones no solamente son falsas sino, además, peligrosas. Falsas porque no es verdad que quienes critican ciertos aspectos del proceso sean enemigos de la paz. Los únicos amigos de la guerra son quienes se aprovechan y lucran de ella, entre ellos varios vendedores de armas muy cercanos al Presidente. Los demás, todos los demás, queremos la paz. Falsas porque formular esas críticas no los hace ni de ultraderecha ni nazis ni fascistas ni “mano negra”, grupúsculos todos que tienen entre sus características el desconocimiento del estado de derecho y la democracia, el uso de la violencia y la estigmatización de los “otros”. Y aquí los únicos que atentan contra la democracia y acuden a la violencia son, precisamente, aquellos con los cuales está sentado a manteles el Presidente. Y el único que estigmatiza a sus contradictores es Santos, quien se preciaba de liberal y tolerante. Las acusaciones son peligrosas porque Santos pone en la mira de las Farc a sus contradictores. Y las Farc, no sobra recordarlo, llevan 50 años matándolos, como hace apenas días a Adán Quinto, líder negro, o intentándolo, como a Fernando Londoño, que se salvó de milagro.

Por cierto, ocurre que si bien entre el 60 y el 65 % de los ciudadanos apoya los diálogos en Cuba, no lo hace a cualquier precio. Las diferencias con Santos están fundamental, pero no únicamente, en tres puntos. El primero, si el diálogo debe hacerse en medio del conflicto y sin exigirle a las Farc pruebas o “hechos de paz”. Santos, aunque había establecido unas condiciones en su discurso de posesión, se echó para atrás, como es usual, y piensa que sí, que no hay que poner condición ninguna para que las Farc se beneficien de todas las ventajas que reciben de los diálogos. La mayoría cree que debería haber una tregua unilateral y permanente por parte de las Farc o, al menos, como mínimo, no asesinar civiles, no secuestrar, no sembrar minas antipersonales ni reclutar menores.

La mayoría, entre un 75 y un 85 %, también quiere que haya justicia. Santos y Montealegre vienen sosteniendo que es falso que habrá impunidad. Dicen que no la habrá porque, según el Fiscal, se realizarían investigaciones, juicios y condenas. En todo caso, según Montealegre, esos procesos no serían para todos los miembros de las Farc sino solo para los criminales de lesa humanidad. Para los demás, ni siquiera eso. Lo que no se atreven a decir abiertamente ni el Presidente ni el Fiscal es que los dos pretenden que los guerrilleros no paguen ni un día de cárcel. Como gran cosa, según Montealegre, harían “trabajo social”. Eso es impunidad.

Y la mayoría, en esos mismos porcentajes, no quiere ver a los criminales de las Farc en el Congreso ni haciendo política sin restricciones. Santos y el Fiscal sí. Lo que no explican es por qué debe favorecerse políticamente a quienes tienen como único “mérito” los fusiles y haber cometido por cinco décadas miles de crímenes de guerra y de lesa humanidad. Tampoco dicen porque hay que darles ventajas que nunca han tenido quienes solo han hecho política con la palabra como argumento.

Si usted cree que lo que está en juego en estas elecciones es el proceso de La Habana, piense qué tipo de paz es la que quiere. Si la de Santos, a cualquier precio, o la que cree que deben haber hechos de paz, justicia y límites para las Farc si quieren hacer política. Y vote en consecuencia.

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