RESCATAR A PEÑALOSA

Enrique Peñalosa fue un formidable alcalde, el mejor que han tenido Bogotá y el país, en lo que tengo de memoria. De lejos, el más destacado desde que los alcaldes se eligen por voto popular. Con visión de largo plazo, compromiso intergeneracional, respeto al medio ambiente, soluciones eficientes y verdadero compromiso, en los hechos y no solo en el discurso, con los pobres. Sus soluciones de educación, movilidad, recreación y espacio público, mejoraron la calidad de vida de todos los bogotanos y en especial de los más necesitados.

La capital dio un salto enorme hacia adelante con Peñalosa y por ello se convirtió en ejemplo para las otras ciudades en Colombia y en el mundo, Medellín incluida. La ciudad de la eterna primavera terminó haciéndolo mejor porque ha tenido continuidad en las tareas emprendidas. En Bogotá, en cambio, después de Peñalosa todo ha sido cuesta abajo, aunque a Mockus se le reconozcan sus aportes en cultura ciudadana.

Los gobiernos de izquierda en la ciudad han sido especialmente desastrosos. Al de Moreno no le caben peores adjetivos. Los merece todos. Pero el de Petro no ha sido mejor. Populista, demagógico, ineficiente, improvisador, clientelista, sin visión de ciudad, con rotación altísima entre los funcionarios directivos cuyas renuncias se producen una detrás de otra, pendenciero, irresponsable y de talante autoritario. La nómina de la ciudad ha crecido sustantivamente, ampliando la base clientelar de los llamados progresistas. En lugar de hacer más efectivo el gobierno municipal, ha creado nuevas entidades y asumido tareas en la administración oficial que antes cumplían de manera más eficiente y barata empresas privadas. El caso de las basuras es el más visible. La ciudad hoy es un muladar. Pero igual de malo es el nuevo POT, expedido contra viento y marea y contra las normas legales. Frena la construcción de vivienda social y prioritaria y encarece aun más el precio de la tierra, que en ciertos sectores de la ciudad ya es estratosférico.

Por eso la opinión favorable de Petro en las últimas encuestas es apenas del 30%. El 80% de los encuestados apoya la revocatoria del Alcalde. Y es posible que, además, termine sancionado por la Procuraduría. Además, los progresistas, de los cuales Petro es cabeza, no tienen personería jurídica.

Pues bien, Petro y sus compinches le metieron un golazo a Peñalosa, demostrando que así como es un magnífico ejecutivo es un pésimo político. En un golpe de mano, le arrebataron el partido Verde y lo pusieron a su servicio.

De paso, pusieron a Peñalosa a decir esa tontería de que "Petro sueña con un país mejor y es honesto", minutos antes de la reunión entre los compromisarios de los dos movimientos que terminó con la entrega del partido. Aunque se arrepintió al día siguiente, cuando se dio cuenta de la metida de pata, Peñalosa defendió al alcalde que tanto y con tanta razón ha criticado, haciéndole así un doble favor: abogó por él en medio de la campaña para la revocatoria de su mandato y le entregó un partido y una personería jurídica que los progresistas no tenían y necesitaban urgentemente.

Peñalosa perdió todo, porque su sueño de una consulta popular con Antonio Navarro para escoger candidato no tendrá lugar, como lo anunció ya la cúpula del nuevo movimiento. Ni tonto que fuera Navarro, que sabe que en una consulta de esas lleva las de perder. La escogencia del candidato será cerrada, con un mecanismo que controlen los progresistas.

¿Por qué Peñalosa se embarcó en semejante aventura? ¿No sabía acaso que las directivas del partido verde estaban en manos de exguerrilleros del M-19 o sus hijos, antiguos compañeros clandestinos de Navarro y de Petro? Como sea, Petro se quedó con los verdes, estos se movieron definitivamente a la izquierda y Peñalosa quedó volando. Si yo fuera Uribe, le daría cobijo. Por mucho que como político sea un desastre, es un ejecutivo magnífico y el país se merece que sea rescatado.

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