Santos despreció el debate sobre Isagén

Las diferencias profundas en las apreciaciones sobre lo que implicaba y significaba vender Isagén, con un debate planteado desde los más diversos sectores políticos, sociales, y por supuesto desde los expertos en temas económicos, debieron suscitar que el presidente Juan Manuel Santos y su gobierno aceptaran la discusión amplia para decidir o no la venta de un activo tan valioso del patrimonio público.

Había, dada la riqueza de voces cruzadas, una oportunidad de abrirse a las contradicciones argumentales sobre el manejo que deben dar Estado y Gobierno a sus bienes en los tiempos azarosos que vienen para la economía del país: vender una empresa rentable de generación y comercialización de energía, para construir las carreteras que necesitamos.

Santos no valoró y despreció que en la orilla de la oposición a la venta se juntaran el Polo, el Centro Democrático, sectores del Partido Liberal y del Conservador, los sindicatos de profesionales y muchos economistas, algunos incluso habitualmente proclives a las privatizaciones selectivas -vender las empresas del Estado que están bien montadas y producen ganancias. Las quebradas, por supuesto, no le interesan a nadie-.

En esa ribera también estaban las Farc, con las que Santos dialoga en La Habana. El presidente debió capitalizar tantas contraposiciones, aceptar el reto del debate planteado, porque esa es la tarea que viene. Más que la “Terminación del Conflicto” será comenzar la construcción de la paz mediante la disposición a tomar decisiones concertadas, y no por impopulares menos colectivas, no solo frente a la venta de Isagén sino respecto del futuro de un país que debe aprender a tejer hilos conductores comunes.

Lo advirtieron congresistas liberales: la venta de Isagén significa ceder el manejo de porciones de recursos hídricos y de energía estatratégicos. Además, una “subasta” con un solo oferente en la “puja” resultó la caricatura final del descrédito, la indignación y las dudas frente a esta decisión que Santos y el ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas, presentaron como inevitable para financiar las sobredimensionadas autopistas 4G.

Haber aprovechado un diálogo nacional sobre el tema, para decidir cuál era la mejor opción, así incluso hubiese sido vender Isagén, sin actitudes impositivas e innegociables, servía de prueba al avance de nuestra cultura política. A Santos le importó un bledo.

Dialogar en La Habana, pero ser incapaz de discutir con el país sobre Isagén mostró el egoísmo y miedo sucesivos de esta clase política frente a las discrepancias y el trámite y la negociación de las diferencias. Si lo que viene es más de eso, acabar el conflicto será un ejercicio estéril, apenas un paseo a Cuba para luego seguir fundidos en abrazos de serpientes.

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