Santos en los altares

Santurrones de medianía, ahora que no pueden estar en la arena de las definiciones, descalifican la “polarización” que es de la naturaleza política en el mundo de la democracia. Por eso no existe polarización en los estados gobernados por un solo partido. Así es mejor porque la controversia se traslada a la cúpula gobernante que administra la verdad. Y solo los militantes del partido único pueden aspirar a los cargos de gobierno, luego de una inspección de la hoja de vida del aspirante, incluida su familia y los asuntos íntimos. Una gráfica noticia de hace 50 años: “Cerrarán todos los bares de Cuba. Fidel Castro anunció que todos los bares van a ser cerrados, la lotería nacional abolida y todos los negocios privados que quedan nacionalizados. Según Castro, estas medidas “incitarán a vagos, parásitos y lumpen a largarse del país”. También suspendió la llegada de paquetes de EE.UU.” Cuba, 50 años después es una isla con el mayor índice de turismo prostibulario del Caribe. Esa es la catadura puritana de la hipocresía marxóloga.

La polarización actual en vísperas de una elección presidencial no es distinta a la de otros eventos similares que suceden cada cuatro años, entre otras razones porque lo manda la ley al señalar que en determinadas condiciones, al presentarse la segunda vuelta, obliga a la polarización entre los dos candidatos finales. En todos los países donde funciona la democracia pluripartidista, es obvio que se presenten varios candidatos. En la medida que haya un conjunto amplio de ciudadanos alguien de cada uno de los partidos querrá ser Presidente. Para eso es la contienda electoral. Es más visible el programa y la ideología cuando son dos los candidatos. La polarización, en el caso colombiano de hoy, comienza con el Presidente Santos que quiso desde el comienzo de sus mandatos, aplastar al uribismo y darle gabelas a las Farc. Es decir, cambió su catálogo de gobierno inscrito ante la ciudadanía, por otro el cual no había socializado con los votantes. El mandato fue claro hasta los primeros meses. Luego modificó el mapa a recorrer. Santos comenzó a realizar lo que in péctore tuvo desde años atrás, aupado por el cónclave de asesores, ministros y familia: su vanidad y su carácter ladino, los cuales son superiores a la personalidad mediocre. ¿Qué sería la Colombia de ahora sin la constancia y crítica civilizada del Centro Democrático en esta etapa amarga? Los demás partidos con representación congresional, ex gobernantes regionales y ex presidentes como Samper, Gaviria y Betancur hincaron sus rótulas ante la luciferina alianza Farc-Santos.

El marco de la política electoral da pie para que algunos profesores de inocencia demo liberal, tratan de resolver mágicamente, la crecida de Iván Duque y de Gustavo Petro, diciendo que la contienda perjudica al país y que solo la salva una tercera fuerza: Fajardo, la troika inmarcesible. El pensamiento lánguido y furtivo de los fajardistas evade los temas de fondo y exhibe un muestrario de frases comunes y perfumadas envueltas en papel lila y cierre de croché.

Así las cosas, el asunto serio de la patria no está en la contradicción izquierda-derecha, sino entre democracia y petro-chavismo, entre libertades democráticas y estatismo bonapartista. Es en ese terreno donde la polarización se resuelve en las elecciones de mayo. Por eso hay que ganar en la primera vuelta.

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