Santos ordena aplastar al uribismo

Lorenzo Madrigal, reconocido columnista de El Espectador, a quien en modo alguno podría endilgarse el mote de uribista, ha descrito con franqueza esta semana lo que está ocurriendo en la política nacional, a propósito de tres hechos concomitantes de la coyuntura actual: el intento de desbancar al Procurador, la condena a Andrés Felipe Arias, y la cruzada para que se le levante el asilo en Panamá a María del Pilar Hurtado.

“El poder, que no supo Echandía para qué servía (sí que lo supo), permite destruir al enemigo y negarle por la radio, por la prensa, por los tribunales (ojo), por el Congreso, por la administración pública, cualquier posibilidad de emerger de una derrota electoral. El unanimismo absolutista no es la mejor manera de hacer la paz”, ha sentenciado en su columna semanal.

Nada más ni nada menos que la empresa grotesca de alinear los cuatro poderes y enfilarlos contra el adversario político, no con el propósito democrático de confrontarlo en una lid civilizada, sino de arrasarlo y destruirlo. Prensa, ejecutivo, legislativo y judicial, todos a una como en Fuenteovejuna.

Detrás de toda esa andanada está el presidente Santos. Lo insinúa sin reato Madrigal al explicar la posible destitución del Procurador por la “vía judicial”: “El triunfo de Santos, como el de otros reelegidos, hoy cuasi dictadores de América, estaría en el trasfondo de esta decisión judicial. Es más o menos sutil la injerencia del ejecutivo en las demás ramas del poder, pero se da, así sea por obsecuencia de legisladores o de los mismos jueces para allanarse al poder.” Igual a lo que sucede con los casos de Andrés Felipe Arias y María del Pilar Hurtado.

Revelación coincidente también con la del senador electo del Centro Democrático, Ernesto Macías Tovar, quien casi simultáneamente denunció en Twitter  el atrabiliario empeño de Santos. “JMSantos da instrucciones de garantías a la oposición, en los Medios. Y en privado órdenes para "barrer y maltratar" al @CeDemocratico”, empezó trinando. Luego agregó: “Senador de LaU (pide reserva de su nombre) dice que "la orden de Santos es darle palo al @CeDemocratico". Y pregona la Paz.” Para rematar: “Uno de los puntos (propósito) de la Paz de Santos, es perseguir y acabar con el @CeDemocratico, con el Uribismo.”

“Perseguir y acabar”, “barrer y maltratar”, “darle palo” al Centro Democrático, mientras se pregonan paz y garantías a la oposición, he ahí la doble moral del presidente -reelecto a punta de trompicones, trapicheos y cambalaches-, el trasfondo de los acontecimientos políticos que sacuden al país.

Podríamos agregar al inventario de agresiones y amenazas otra serie, larga pero incompleta. Ahora, según el oficialismo, el CD no es la oposición y no merece como tal siquiera tener asiento en las mesas directivas del Congreso, como lo establecen las normas y ha sido tradición inveterada. No descansan voceros del santismo en amenazar al expresidente Uribe con acciones judiciales a propósito de una supuesta pérdida de su fuero presidencial por asumir su curul al Senado. Campaña en la que cuentan con el respaldo de los “nuevos mejores amigos” de Santos, los jefes de la Marcha Patriótica, como el congresista Iván Cepeda, que se propone dizque enjuiciar en el parlamento al líder del CD. Ni siquiera el exsenador Juan Carlos Vélez se ha escapado de la andanada, y ahora se advierte que la CSJ ha desempolvado un caso suyo de la época en que fue director de la Aerocivil, sin que se sepa siquiera de qué se trata. Los motivos son lo de menos, contra el uribismo (al que antaño se acusó infamemente de eso) “todo vale”.

El plan de arrollar al uribismo existe y está en marcha, no hay duda. Los hechos relatados lo avalan, y seguramente vendrán otros tan groseros o más. De eso podemos estar seguros. Y seguramente harán daño y crearán cierta zozobra. Pero están condenados al fracaso.

Empezando porque el inquilino de la Casa de Nariño, así disponga de una muy aceitada maquinaria no maneja todas las tuercas y tornillos del Estado, ni de los medios, ni otras instancias de orden externo. Ya la Interpol, por ejemplo, se negó a expedir la circular roja en el caso de María del Pilar Hurtado, dándole un palmo en las narices a la desesperada petición del Fiscal Montealegre.

Se equivocan quienes calculan que los resultados electorales del 15 de junio fueron un plebiscito a favor de Santos y su proceso de paz y un rechazo al CD, de lo cual desprenden una euforia triunfalista que presumen que se puede traducir en una barrida sin pena ni gloria del uribismo.

Todo lo contrario. La Asamblea Fundacional del CD esta semana dio un mentís contundente a esas especulaciones. El nuevo partido es una formación vigorosa y dinámica, unida y optimista, que se proyecta  victoriosa en el futuro político de Colombia. La realidad es que constituye hoy la primera fuerza política del país. Es evidente que la nutrida votación obtenida el 15 de junio por el candidato Óscar Iván Zuluaga fue exclusivamente de opinión, sin que mediaran consideraciones subalternas en los electores. De suerte que se mantiene incólume, sin que la afecten pasajeras contingencias.

En cambio la votación de Santos fue en gran medida el fruto de componendas, trampas, negociados y amenazas. Mal hechas la cuentas un millón llegó por virtud de la mermelada, otro millón tapándose las narices, y medio millón más con fusiles apuntándoles a las sienes. Sin contar la cifra indeterminada pero muy alta de gentes bien intencionadas que creyeron inocentemente en la engañosa propaganda oficialista.

La debilidad intrínseca de la pasajera coalición que rescató a Santos del naufragio está a la vista. Y no hay posibilidades de que la tendencia a su desbarajuste y resquebrajamiento se revierta. Los episodios de enfrentamiento por la presidencia del Congreso presagian mares agitados en el cuatrienio que se inaugura el 7 de agosto. El proceso de paz, interminable e incierto, en medio de persistentes acciones violentas, no ejercerá el mismo imán del mes pasado.

El CD debe prepararse para cruzar el desierto, sí, pero con la seguridad de que al final encontrará la tierra prometida. El escenario del Congreso será la oportunidad para diferenciarse con altura y visión de patria de la maquinaria santista y sus triquiñuelas, que tratará de imponerse a pupitrazo limpio y desconocer la oposición democrática, buscando escapar al necesario control político que le compete al parlamento. Simultáneamente habrá que organizar la colectividad a todo nivel. Pero sobre todo hay que avizorar las elecciones regionales del 2015.

Ese será el primer escalón para cimentar la batalla del 2018. Un resultado promisorio en alcaldías y gobernaciones, concejos y asambleas, pavimentará la senda de la victoria en el parlamento y la presidencia dentro de cuatro años. A ello debe dedicar la mayor parte de sus energías el nuevo partido. Si llega a esa contienda haciendo gala de una férrea unidad, con candidatos de excelencia escogidos democráticamente, con programas serios resultantes de consultas con los ciudadanos, conquistará una base amplia de poder local y regional que soportará la reconquista del poder nacional en el 2018.

Dentro de un año las grietas en la coalición santista serán más evidentes. La izquierda que le otorgó sus votos en las presidenciales se la jugará por su cuenta. Los intereses clientelistas saldrán a flote y generarán no poco ruido. Las aspiraciones de los eventuales sucesores de Santos en la presidencia empezarán a salir a flote y protagonizar desavenencias. Y la falta de gobernabilidad de un presidente que empieza a tener el “sol a las espaldas” se hará notar sin falta. Oportunidad evidente para que el uribismo se afinque en departamentos y municipios, enfrentando la maquinaria y la corruptela oficial, para empezar a tejer las victorias del futuro.

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