Se cumple lo que pidió Álvaro Uribe

Es bueno repasar el libro de la historia del país. Hundirse en gacetas oficiales y en páginas de periódicos, porque allí se logran descubrimientos impensados, se rescatan frases y momentos que pueden, incluso, parecernos incompatibles con los personajes de los que proceden, con los tiempos de su fecundación.

El martes 8 de agosto de 2006, aparecía en la prensa el discurso de posesión del presidente Álvaro Uribe Vélez, en lo que algunos medios llamaron su “segunda era”. Aquellos días portentosos de la “seguridad democrática”, que mostraba los resultados del combate sin tregua a las Farc. La guerrilla replegada, sus jefes adentrándose en el laberinto de su desgaste, que para varios se convirtió en un camino de cárcel, deserción o muerte: Simón Trinidad, Negro Acacio, Martín Caballero, Raúl Reyes, Iván Ríos y Karina, entre otros. Y luego Mono Jojoy y Alfonso Cano, a los que Uribe les pisó los talones, pero cuyos cadáveres al final levantó Juan Manuel Santos.

En su segundo discurso de posesión, ya sin los “rocketazos” farianos del primero, decía Uribe: “Reitero nuestra voluntad de lograr la paz, para lo cual únicamente pedimos hechos. Hechos también irreversibles que expresen el designio de conseguirla.

“Los hechos de paz avivan la fe en su posibilidad. Los discursos de paz desvirtuados por la violencia generan escepticismo que bloquea el sendero de acercamientos. (…)

“Con hechos de paz los ciudadanos apoyan el diálogo (…) En medio de la violencia, el diálogo se desgasta y la búsqueda de la paz desmotiva la tarea de la institución armada legítima (…) No nos frena el miedo para negociar la paz”.

Junto a aquel discurso aparecía entonces una noticia que retrataba uno de los tantos dramas provocados por las tropelías de las Farc: “Más del 50 por ciento de los 2.488 desplazados por la guerrilla en Argelia y Nariño, Oriente de Antioquia, son menores que están padeciendo hambre”.

Hoy, las Farc permanecen en una tregua unilateral que, según organizaciones de derechos humanos, comisiones gubernamentales de paz y organismos estatales de protección a los ciudadanos, se cumple en un 99%. El cese de hostilidades es perceptible en el territorio nacional.

Siempre es posible que estas circunstancias se alteren, la guerrilla incumplió en Buenos Aires, Cauca, en abril. Pero parece que ahora todo se ha enfilado camino de pactar una tregua bilateral. Habrá que exigir condiciones cumplibles: verificación internacional, concentración, libertad para que las Fuerzas Armadas sigan combatiendo a otros grupos armados ilegales.

Y hay que vigilar, eso sí, entre tanto, el contenido de los acuerdos, su conveniencia, su ajuste a la Constitución y el Estado de Derecho. Su respeto a las víctimas y a la sociedad.

Pero hay hechos concretos: cayeron por el piso las estadísticas de secuestros, tomas y ataques de las Farc. Se cumple, poco a poco, para tranquilidad del expresidente Uribe, lo que él tanto exigió. Incluso, siguiendo su ejemplo, parece que tampoco nos frena el miedo para negociar la paz.

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