Se prohíbe el secuestro

"Tampoco hoy podemos ser optimistas. Las Farc harán un abandono táctico, temporal, del secuestro, para darles confianza al gobierno y a la comunidad internacional."

El silencio cómplice ha sido la constante de casi todos los revolucionarios colombianos.

    Miles de voces celebraron la reciente "proscripción" de las Farc de las "retenciones (secuestros) en su actuación revolucionaria". El cardenal Rodríguez Maradiaga, arzobispo de Tegucigalpa, por ejemplo, dijo: "Es un paso adelante muy grande". ¿Será?

    Esa declaración no es consecuencia de un debate interno sobre la maldad implícita que supone el secuestro; no hay arrepentimiento. El Comité Central del Partido Comunista, verdadero fundador de las Farc, discutió el asunto en los 80. Gilberto Vieira, secretario general, y el escritor Álvaro Delgado expresaron sus escrúpulos éticos; pero la mayoría del comité, encabezada por Manuel Cepeda Vargas, dictaminó que el secuestro era la única manera de obligar a la oligarquía a financiar la revolución. Nunca más se trató el asunto.

    El silencio cómplice o el apoyo vergonzante al secuestro ha sido la constante de casi todos los revolucionarios colombianos. Las palabras de Luis Proyect en la revista Marxism (octubre/1999) es una buena síntesis de lo que ellos piensan: "No hacen secuestros, cobran impuestos. Sobre la base de que los costos de la revolución deben pagarlos los responsables de haber provocado la guerra. Algunos lo hacen voluntariamente; algunos se niegan y entonces la guerrilla los retiene por un tiempo (conocido popularmente como "paseo ecológico") hasta que contribuyen con ese impuesto. (Y los testimonios de cuando regresan siempre son amables con la guerrilla)". En un libro reciente, León Valencia hizo una apología similar del secuestro de "terratenientes". Jaime Bateman, fundador del M-19, habló con total desparpajo sobre el asesinato de sus secuestrados: "A Raquel Mercado no lo mató el M-19, sino la burguesía colombiana, que no quiso reconocer que él había sido su mejor sirviente". Y, respecto a Escobar Soto, directivo de una empresa multinacional, explicó: "Fue detenido por razones puramente económicas. Las organizaciones revolucionarias que no dependen del exterior tienen que financiarse aquí con la oligarquía colombiana. Eso tiene que quedar muy claro. Y eso le dijimos a la multinacional: ustedes van a matar a Escobar Soto". Bateman se cuidó de aclararle al entrevistador que el M-19 había abandonado a Escobar Soto en una "cárcel del pueblo" subterránea y que lo dejó morir de hambre y frío.

    En el libro sobre la historia del Epl, Para reconstruir los sueños, se lee una monserga exaltadora del secuestro en boca de un tal alias 'Mompa'. Su insensibilidad frente al sufrimiento de las víctimas es total: "Imagínese: gente acostumbrada a la miseria, manejando ahora millones. Yo cargaba en mi equipo hasta cinco millones por largo rato. Todo en efectivo".

    Mucho me temo que tampoco hoy podemos ser optimistas. Las Farc harán un abandono táctico, temporal, del secuestro, para darles confianza al gobierno de Colombia y a la comunidad internacional. 'Timochenko' resultó un político avezado: aparenta ser dúctil, pero prepara mil celadas a quienes se le acerquen; y el Gobierno, parece, se le está acercando. En Anncol, altaneramente, las Farc mostraron sus cartas: "El anuncio de las Farc-ep es una cachetada al militarismo, que se quedó sin argumentos para evitar el lanzamiento de conversaciones a un corto plazo. Aunque, es sabido por todos y todas, el militarismo intentará por todos los medios evitar el diálogo entre el gobierno de Santos y la insurgencia (…), el anuncio pone a todo el país, y a la sociedad en general, frente a un hecho concreto e ineludible de voluntad de paz por parte de la insurgencia". Una "voluntad de paz" que siempre coincide con destrucción y muerte en ese recurrente incendio general que ellos suelen provocar.

    Pregunta. ¿Qué pasa en la Cámara de Comercio de Barranquilla? Llegan datos que asombran y preocupan.

Artículo de José Obdulio Gaviria
Publicado en El Tiempo, 28/02/2012

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