Si una mentira se repite mil veces…

Decía Goebbels, el ministro de Propaganda del régimen Nazi, que “la propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentarlas una y otra vez desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas…una mentira que se repite mil veces, se convierte en verdad”.

Se trae a colación la anterior sentencia dada la obstinación de algunos altos funcionarios del anterior gobierno en repetir tres mentiras: que en Colombia había una guerra; que ellos lograron ponerle fin a esa guerra; y que, gracias a ellos, en Colombia reina la paz. El connotado analista de nuestra realidad, Jorge Humberto Botero, en artículo en Semana.com, comentando el reciente libro de Humberto de la Calle, afirma: “A pesar del título elegido para su libro, De la Calle omite dar explicaciones de por qué denomina el conflicto colombiano “una guerra”. Esta es una extraña omisión. Primero, por cuanto de su adecuada caracterización depende la estrategia para resolverlo. Y segundo, porque esa expresión, que fue usada con idéntica laxitud por Santos y los integrantes del equipo negociador, dio pie para que se creyera que Colombia estuvo inmersa, durante media centuria, en una guerra civil con las Farc. Si eso fuera verdad, Colombia habría sido un Estado fallido durante un largo periodo de su historia reciente, condición que ningún historiador reconocido le atribuye. Las guerras civiles suponen una amplia movilización de la sociedad civil en torno a dos modelos antagónicos, y un amplio despliegue de acciones armadas por parte de ambos bandos, teniendo, uno y otro, grados importantes, aunque no necesariamente simétricos, de control territorial. De otro lado, el armisticio con nuestra contraparte en “la guerra”, nos habría debido conducir a lo que se denominó “el posconflicto”, comienzo este a su vez de “una paz estable y duradera”. Nada de eso sucedió, lastimosamente. Lo que si pasó fue que el presidente Santos ganó el Nobel de Paz del 2016 -según se lee en el comunicado oficial- “por sus denodados esfuerzos por finalizar una guerra civil de más de cincuenta años”. Gran logro de la diplomacia colombiana.”

Si bien nunca hubo una guerra (y por tanto ingenuo afirmar que ellos lograron acabar con una guerra), lo que sí es una realidad es que en Colombia no hay paz

Y si bien nunca hubo una guerra (y por lo tanto es bastante ingenuo afirmar que ellos lograron acabar con una guerra), lo que sí es una realidad es que en Colombia no hay paz. El Comité Internacional de la Cruz Roja, al presentar un crudo balance sobre el agravamiento de la situación humanitaria en el país, afirma que el país enfrenta cinco conflictos armados internos que son los Grupos Armados Organizados (GAO); el Ejército de Liberación Nacional (ELN); el Ejército Popular de Liberación (EPL); las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC) y las antiguas estructuras del Bloque Oriental de las Farc. “Además, a lo largo de 2018 se incluyó en esta clasificación el conflicto entre el ELN y el EPL, que en los últimos meses ha afectado significativamente a la región del Catatumbo”, dice el CICR en su balance. “La situación es ahora más compleja que en el momento de la firma del Acuerdo de Paz con las FARC-EP. Varios departamentos del país han experimentado un claro deterioro de la situación humanitaria, a lo que se unen las dinámicas conflictivas en las fronteras y la extrema vulnerabilidad de los migrantes que llegan a Colombia”, aseguró Christoph Harnisch, jefe de la Delegación del CICR en Colombia.

Si repetir una mentira mil veces solo tuviera como intención mantener inflado el desproporcionado ego de algunos altos funcionarios de la pasada administración; o justificar frases tan imbéciles como aquella de “El sol de la paz brilla, por fin, en el cielo de Colombia. ¡Que su luz ilumine al mundo entero!”; o permitirles a estos funcionarios que se comparen con nauseante cursilería con Churchill o con Nelson Mandela, la sistemática repetidera de falsedades no tendría mayor importancia. Lo grave es que creerse estos embustes es lo que permitió que el área sembrada en coca se multiplicara por un factor de cinco veces, y que el narcotráfico volviera a apoderarse de buena parte del país. Nada, repito, nada le ha hecho más daño al país, y contribuido más a la violencia, que el narcotráfico. ¡El permitir a los narcotraficantes (ELN, EPL, disidencias de las Farc, paras, carteles mexicanos) que se volvieran a adueñar de Colombia, fue la mayor estupidez de nuestra historia reciente!

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