¡Sí!

¡Sí! ¡Crece, crece la audiencia! El fiscal antiterrorismo Ricardo Bejarano declaró que el auto espurio que borró de un plumazo la utilidad judicial del ‘archivo Reyes’ es un acto de alta traición a la patria.

¡Sí! Académicos, juristas, columnistas, reporteros, ‘twitteros’, blogueros, previenen hasta dónde llegará la Corte Suprema en su propósito de empujarnos por un despeñadero institucional.

¡Sí! Ya comprendimos que la Corte hace a Colombia -desde su cima del poder judicial- un daño político equivalente al que Chávez, desde el Ejecutivo, le hace a Venezuela.

¡Sí! Anima que tantos se atrevan a proclamar y denunciar que la CSJ es el rey desnudo, y desenmascaren a los tramadores que ponderan ‘el vestido de su majestad’. ‘¿Cuál vestido?’, le dicen. ‘¡Usted está desnudo!’.

¡Sí! ¡Son lejanos los tiempos en que ‘a los magistrados no se les tocaba ni con el pétalo de una rosa’! Casos hubo de funcionarios juiciosos, acuciosos, incisivos, que perdieron el empleo y hasta la libertad porque investigaron comportamientos y, sobre todo, relaciones peligrosas de magistrados: ¡es una campaña de desprestigio!, ¡nos quieren cobrar la ‘parapolítica’!, gritaron. Y un inmenso coro de aduladores les hizo eco.

Ejecutivo y Congreso se achicopalaron y huyeron del escenario cuando les notificaron que este era el ‘siglo de los jueces’ (unos extraños seres con ínfulas de omniscientes, omnipresentes y omnipotentes). La Corte, además, recompensó al coro adulador de la izquierda. Declaró estéril el ‘archivo Reyes’ e inútil el ‘archivo Jojoy’. Presidentes de la CSJ recorrían, orondos, direcciones de medios de comunicación para pedir la cabeza de quien osara criticarlos. Ellos, máxima jerarquía, pedían a los jueces condenar por calumnia, injuria, qué sé yo, a quien ventilara sus andanzas y su avilantez. Parlamentarios vimos, despavoridos, porque la CSJ, como retaliación, les abrió investigación criminal por cumplir la ley e indagar sobre la historia de Giorgio Sale, mafioso italiano a quien delegó Mancuso la infiltración de la CSJ. Sale convirtió a muchos magistrados en sus socios de parranda.

Por mucho tiempo hicieron lo que les vino en gana: 1) Acallar el rumor, que más tarde se convirtió en certeza, de la relación con Sale. ¿Alguien recuerda que se haya vuelto a mencionar? 2) Borrar toda huella de su ingreso al Palacio de Justicia (certificaron que las cámaras de seguridad nunca funcionaron cuando él visitó el edificio).

3) Neutralizar cualquier investigación para conocer maniobras financieras de magistrados (se comenta en Medellín, con escándalo, que miembros de la rama judicial se están comportando como ‘nuevos ricos’). 4) Defender el carrusel pensional y el ‘roscograma’ judicial y los ‘acuerdos macaquianos’, producto de sus funciones electorales (preferirían la muerte antes que perderlas). 5) A quien se atrevía a husmear, aun por autoridad de la ley, en las cuentas de los magistrados, se le persiguió con crueldad (el funcionario más probo e intachable de la administración nacional, el director de la UIAF, fue enviado a prisión sin motivo alguno).

Algunos nos atrevimos a hablar y prevenir al país a tiempo. Eso nos honra. No me arrepiento, a pesar de las terribles consecuencias que he padecido: desde mi declaración pública de que la CSJ era un directorio político y un bastión contra la Seguridad Democrática; desde la publicación de mis columnas sobre las calidades intelectuales y morales de dos ex presidentes de la Corte; y desde la aparición del libro Parapolítica, verdades y mentiras, se ordenó perseguirme judicialmente.

La típica acción contra un contradictor político sustentada en autos judiciales que son monumento a la arbitrariedad, al prevaricato y al abuso de autoridad.

José Obdulio Gaviria
Eltiempo.com
Junio 8 de 2011
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