Sigue la dolorosa crisis fronteriza

En medio de la indignación nacional que ha producido la masiva deportación de colombianos de Venezuela, se registraron las imágenes del momento en que el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, hacía gala de sus habilidades histriónicas intentando bailar una de las canciones más populares del repertorio nacional, La pollera colorá.

Ciertamente, constituye una actitud provocadora el hecho de que el Presidente de Venezuela no hubiera tenido en cuenta el drama que viven nuestros connacionales en la zona de frontera, por cuenta de su arbitrariedad, para utilizar, sin consideración alguna, en sus actos proselitistas, una de nuestras canciones insignia.

Por otra parte, la crisis surgida en la frontera, en lugar de superarse, se ha ido agudizando. Debemos reconocer que el diálogo con las autoridades de Venezuela está resultando infructuoso porque allá manejan un libreto del que no se sale ninguno de sus funcionarios que dan declaraciones altisonantes desconociendo los vejámenes con que están tratando a los colombianos. Las imágenes que han circulado no son un montaje de los medios de comunicación; es la pura realidad de lo que está sucediendo.

Tuve oportunidad de visitar los albergues que se han instalado en la ciudad de Cúcuta y de valorar los testimonios de familias humildes que han sido deportadas en la forma salvaje que se conoce. Grupos de niños que viven en Ureña no pueden asistir a la escuela en Cúcuta. Trabajadores de Cúcuta no pueden trasladarse a Ureña o San Antonio. El comercio está totalmente bloqueado.

Intentar superar este conflicto por la vía diplomática a través de diálogo bilateral es, desde luego, lo ideal. Pero en Venezuela no oyen a nuestras autoridades. Se maneja un discurso ideologizado en donde poco cabe el diálogo racional.

Esa estrategia parece hacer parte de un plan preconcebido que puede tener -dicen algunos- otro propósito. No era necesario declarar los estados de excepción y cerrar la frontera para deportar colombianos con la condición de ilegales en la forma en que lo han hecho. Esa ha sido una política sistemática de sus autoridades.
Hay quienes piensan que lo que realmente está en juego son las elecciones legislativas de diciembre próximo en las que las fuerzas políticas que acompañan al Gobierno no tienen las de ganar, según las encuestas.

Con el incomprensible fracaso de la reunión de cancilleres en la OEA quedan muchas inquietudes sobre la eficacia de ese organismo del que solo se esperaba la oportunidad de debatir el alcance de la crisis humanitaria. La OEA deber ser un espacio para defender principios y no para que prevalezcan intereses políticos.

Ante esa realidad, al Gobierno de Colombia solo le queda la alternativa de acudir a instancias internacionales, como la Comisión de Derechos Humanos, el Comité del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y el Comité de Derechos Económicos Sociales y Culturales de la ONU. Muy positiva resultó la visita a Cúcuta del Presidente con el grupo de embajadores. Hay que demostrarle al mundo la dimensión de la crisis humanitaria que se está viviendo en la zona de frontera.

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