Sin enterrar el porvenir

 

Las corrientes de pensamiento político son la fuerza que muestra los caminos para la consolidación de los estados, para sus cambios y para ofrecer una forma de felicidad a los pueblos. Aunque los faraco-pesimistas consideren que los pueblos son infelices como ellos, las gentes del común, que trabajan, estudian y conversan, consideran que vivir en tranquilidad con sus semejantes es la plataforma para poder desarrollar sus capacidades.

La democracia colombiana no es perfecta, pero es mejor cobijarse bajo sus presupuestos que vivir en países donde imperan las dictaduras personalistas y mesiánicas de un solo individuo, o donde gobierna un partido único cuyos militantes dominan todos los aparatos del estado y gozan, a la vez, de las canonjías del poder omnímodo. Desde los tiempos utópicos de la Revolución Cubana, por América Latina se extendió la idea-consigna de la toma del poder por las armas, de la violencia como instrumento legítimo para entronizar el socialismo y el odio entre clases sociales para justificar la exclusión y el culto a la pobreza. Quienes por esa época acudíamos a una visión entusiasta del porvenir fuimos presa de estas corrientes, en plena catequización, contagiados de una alienación que incluía el sacrificio de la propia vida. Así era, por ejemplo, la prédica del cura Camilo Torres Restrepo. Con mayor devoción se beatificaba a Ernesto Che Guevara. Permeados por el marxismo-leninismo desde hace cincuenta años, los intelectuales colombianos hoy, patriarcas algunos en las universidades, columnistas otros en los periódicos y revistas, maduros escritores de novelas, ensayos y poesía con Festival a bordo, directores de medios de comunicación en radio y televisión, expresan su pensamiento más afín de a la vieja causa socialista totalitaria, que a la democracia.

La democracia es ahora, según ellos, una bandera de la derecha. Pero en su origen y desarrollo evolutivo la democracia es de izquierda. La lucha por la libertad y la igualdad está inmersa en el decurso de la democracia. Ninguna de las grandes revoluciones en el mundo han sido hechas para calmar el hambre de las masas, sino para obtener la libertad. Véase si no es así: la Revolución Inglesa para limitar las facultades absolutistas del monarca y constituir el pacto de sumisión del rey a la norma. La Revolución Francesa para sustituir la monarquía por un estado de ciudadanos basados en la razón, la ley escrita y el  mandato de los hombres y no de Dios. La Revolución Rusa por la eliminación del zarismo, la instalación del reino del proletariado y del campesinado. Cada una de estos hitos tan importantes en la historia de la humanidad se hicieron buscando formas de libertad de acuerdo a la nación donde se produjeron.

Es una larga lucha, ante todo, por la igualdad. Desde el Cristianismo que alzó la tesis de la igualdad de todos los hombres frente a Dios. Las revoluciones inglesa y francesa establecieron la igualdad frente a la ley. La revolución rusa la igualdad de los hombres frente a la riqueza, aunque la historia ha demostrado que fue una igualdad frente a la pobreza. Pero la democracia subsiste como la mejor garante de las conquistas por la igualdad y el porvenir de la libertad.

La inmediatez de los hechos, las coyunturas políticas y sociales que se exaltan y estimulan hasta la saturación del ciudadano corriente para mermarle su reflexión sobre el futuro, es una táctica de los devaluadores de la democracia liberal para darle justificación a los predicadores de un modelo contrario, en lo cual ponen ingredientes de moralidad, pureza partidaria, limpieza de sangre y pedigrí internacional. Inclusive existen universidades que nacieron como rebeldes contra el dogmatismo y apoyadas en principios democráticos  liberales. Hoy son meros nichos de  una postración doctrinaria y de acomodaciones financieras. Mientras tanto la democracia como educación, como ética civil, como conducta ciudadana sigue como proa de las grandes mayorías que no claudican, pero que a veces se confunden por las posiciones de los “intelectuales públicos” para quienes la libertad de prensa se convierte en libertad de ofensa. Eso es lo que entienden como democracia.

Jaime Jaramillo Panesso

Agosto 22 de 2011

Debate Nacional


 

 

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