Siria y sus fuegos cruzados

Siria está convertido en campo de batallas atomizadas y disímiles. En medio de una veintena de bandos, los civiles llevan la peor parte. El único objetivo claro de casi todos parece ser el Estado Islámico.

Siria, tras casi cinco años de guerra entre facciones internas (gubernamentales y rebeldes), y de intervenciones y ocupaciones de fuerzas externas, se descubre en ruinas y cada vez más deshabitada en las áreas de operaciones: ya suma casi cinco millones de refugiados, entre los internos y los también lanzados a países vecinos y Europa por la violencia y el derrumbe social que trajo el conflicto.

En medio de tantos frentes de batalla e intereses militares, políticos y económicos, que además gravitan en torno a Oriente Medio, apenas parece estar definido un objetivo común, un blanco que por su carácter radical y terrorista es prioridad: el Estado Islámico, grupo yihadista que ha ganado posiciones en ciudades sirias e iraquíes y que pretende imponer un “nuevo califato” en la región.

El resto son intereses dispersos: Rusia apoya el régimen de Bashar El Asad y, en consecuencia, respalda las operaciones contra todo tipo de grupos rebeldes que intentan derrocar el actual gobierno de Damasco. Estados Unidos, entre tanto, suministra armamento a las “organizaciones moderadas” que buscan acabar el poder de El Asad.

Otro actor determinante, Irán, respalda a El Asad, pero intenta frenar, con la asesoría e intervención de sus milicias, la expansión del Estado Islámico y de cualquier otra amenaza de extremistas suníes.

Turquía no quiere a El Asad ni a los radicales kurdos, como tampoco a los yihadistas del EI que estarían tras el peor ataque terrorista en su suelo, hace cuatro días, con saldo de 97 muertos. E igual, hay matices en las acciones de Arabia Saudí, de Catar, de Gran Bretaña y de Francia (estas dos potencias que no quieren a El Asad partícipe en una transición política en Siria).

Por eso hoy aquel país es un cruce de caminos de ejércitos que combaten en un conflicto lleno de compartimientos, zonas grises e intereses híbridos que lo están convirtiendo en irresoluble, en un “nudo gordiano” cada vez más difícil de desatar, según los analistas.

La cara más dramática es la de la tragedia humanitaria, en la que se cuentan más de 220 mil muertos y 12,8 millones de personas que dentro de Siria requieren ayuda urgente. Una población desesperada que sufre la represión de las fuerzas oficiales (capaces en su momento de lanzar agentes químicos y de bombardear instalaciones civiles) y los atropellos de milicias ocupantes del Líbano, Irán, la frontera kurda y por supuesto del Estado Islámico, dispuesto a la barbarie para imponerse.

La falta de claridad y decisión política de Estados Unidos frente a este ajedrez militar y geopolítico, en contraste con las decididas acciones de Vladimir Putin para respaldar a El Asad, su aliado incondicional en Oriente Medio, están dejando a Siria en medio del fuego cruzado. Un polvorín que sacude a millones de personas arreadas por las artillerías propias y ajenas.

En medio de las tensiones, el enviado especial de ONU a la zona, Staffan de Mistura, intenta convencer a los actores internos y externos de que las armas y las acciones militares agudizarán las crisis y no estimularán la salida dialogada y el proceso político requeridos.

Ahora, con Rusia metido de lleno en operaciones aéreas y marítimas de combate en la zona, todo se ha hecho más complejo, en especial porque Occidente, y muy concretamente E.U. y sus aliados, no definen cuál es el paso que deben dar. Mientras tanto, crece el paisaje de destrucción e inhumanidad en Siria.

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