Timochenko, Iván Márquez: ¡devuelvan a los niños!

Los niños son fuertes y buenos combatientes, se adaptan rápidamente a los rigores de la vida guerrillera y resultan excepcionalmente útiles en tareas de inteligencia.

Con la misma frialdad con la que los máximos dirigentes de las Farc han dicho a lo largo del proceso de paz que no tienen vínculos con el narcotráfico ni con la minería criminal, que no poseen  grandes sumas de dinero para atender la reparación de las víctimas, o que ignoran la suerte y el paradero de muchos secuestrados, ahora pretenden eludir su responsabilidad en el atroz crimen de vincular niños a la guerra.

Lamentable, para comenzar, el debate que plantea la guerrilla acerca de si la edad que permite el Derecho Internacional Humanitario para la vinculación son los 15 años o la que establece el Protocolo Facultativo del 2.000 sobre los Derechos del Niño que son 18 años de edad. Según el ICBF las Farc son responsables del 60% de todos los reclutamientos de niños por grupos armados ilegales en Colombia,   calculan en no menos de 2.000 los actualmente vinculados  a sus filas y además que la edad promedio de reclutamiento es de 13.9 años.

La Corte Constitucional, a través de la sentencia C-203 de 2005, precisó que no hay “ingresos voluntarios” de menores a los grupos armados ilegales porque ellos no deciden libremente sino presionados por la pobreza, el abandono, el maltrato físico y en general por las precarias condiciones de vida de sus familias. Un informe de la agencia Periodismo Aliado de la Niñez, el Desarrollo Social y la Investigación (Pandi), precisa que la mayoría de los 7.722 niños que habrían sido reclutados por grupos armados ilegales entre 1985 y 2014, se vincularon a la guerra antes de los catorce años de edad y que 35,8 % de ellos procedían de entornos con problemas como la pobreza y la violencia intrafamiliar.

Las Farc, como los demás grupos armados ilegales, aprovechan esta problemática, casi siempre unida a la ausencia de Estado, para reclutar niños y niñas en sus zonas de influencia. Los someten a duros entrenamientos, se aprovechan de su fragilidad e ignorancia para moldearlos a las necesidades de sus empresas criminales y los explotan sin respeto ni conmiseración. Los niños son fuertes y buenos combatientes, se adaptan rápidamente a los rigores de la vida guerrillera, resultan excepcionalmente útiles en tareas de inteligencia o como correos,  son obedientes y en la mayoría de los casos no les pagan.

Poner un fusil en manos de los niños. Enseñarles a odiar… a matar. Los reclutados por las Farc y otros grupos armados ilegales son niños a los que les arrebatan la infancia para someterlos a una inmersión injusta y salvaje en las dinámicas de la guerra, el delito, el asesinato, las masacres, el secuestro, los atentados, el narcotráfico.  El Comité de la ONU para los Derechos de los Niños denuncia además que: "Las niñas reclutadas son sometidas a violencia sexual, de forma sistemática y repetida, incluidos violación, esclavitud, embarazos forzados y abortos…".

Las Farc también son responsables de extender este atentado en las minorías étnicas: 14.% de los menores de edad desmovilizados y atendidos por el ICBF son indígenas y 12.6% afrodescendientes, un daño descomunal a estas poblaciones.

Es insultante, frente a tantas evidencias, que los dirigentes de las Farc quieran eludir su responsabilidad e intenten minimizar la gravedad del problema, así tengan motivos protuberantes para hacerlo.  A pocos días de la eventual firma del acuerdo el peligro mayor es que el país repita con las Farc la atrocidad que ocurrió en la desmovilización de las AUC en la cual, con la complicidad del gobierno, fueron escondidos todos los niños combatientes para evitar complicaciones jurídicas y dificultades al proceso, resultantes de reconocer crímenes de guerra y graves violaciones a los derechos de los niños. Sólo 100 han logrado reivindicar sus derechos a través de Justicia y Paz. Según la Corte Penal Internacional se trata de un crimen de carácter continuado, cuyos efectos van más allá del tiempo de reclutamiento y permanencia en el grupo armado. Esa es una encrucijada para los victimarios pero una herramienta clave para las víctimas.

El tamaño de los daños es inmenso y nuestra sociedad parecería aceptarlos pasivamente. Son horrendas algunas situaciones que afectan a la niñez por la violencia como por ejemplo que hoy, la mitad de los integrantes de las bandas criminales sean menores de edad o que en el año 2015 hayan sido judicializados 7.000 menores en Colombia. El libro "Reclutamiento de niñas y niños como crimen internacional de las FARC en Colombia", de Luis Andrés Fajardo, publicado por la Universidad Sergio Arboleda establece que 47% de los 8.000 integrantes que tendrían las Farc hoy, ingresaron a las filas cuando eran menores de edad.

Los derechos de los miles de menores reclutados tienen que ser prioridad en el acuerdo.  Bajo ninguna circunstancia esos niños y niñas pueden quedar a la deriva ni en peligro de ser reclutados por otros actores armados. El Estado tiene una larga lista de obligaciones al respecto: programas de superación de la pobreza extrema y fortalecer acciones para enfrentar la deserción escolar, violencia intrafamiliar,  abuso sexual, abandono de menores, desplazamiento, auge del narcotráfico y de la minería criminal entre muchas otras. Pero lo urgente, lo inmediato es que las Farc rompan el silencio y entreguen  a todos los niños y adolescentes que tienen en sus filas para que puedan ser acogidos y atendidos como corresponde, en su condición de víctimas del conflicto.

Frente a la expectativa de la eventual firma del acuerdo habita un espíritu de reconciliación en muchos colombianos que ya aceptan, así sea a regañadientes, que habrá que tragarse muchos sapos con cargo a la causa suprema de la paz. Sería indecente e inadmisible que el descomunal daño ocasionado durante décadas por las Farc a miles de los niños más pobres e indefensos de Colombia sea uno de ellos.

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