¿Todo cambia para seguir igual?

El simbolismo de la izada de la bandera de Cuba en las instalaciones de lo que a partir del 20 de julio es su embajada en Washington, no podía ser mayor. Además de la reanudación formal de relaciones diplomáticas entre la Isla y Estados Unidos después de medio siglo de ruptura, marca la eliminación del último reducto de la política anticomunista estadounidense, que se mantuvo viva en el Caribe mucho después de finalizada la Guerra Fría.

Cuando el secretario de Estado, John Kerry, viaje a la Habana el 14 de agosto a la ceremonia inaugural allí, será la primera vez desde 1945 que un canciller “yanqui” pise territorio cubano.

Por más que los dos países hayan interactuado desde 1977 mediante Secciones de Interés adscritas al Estado suizo, la apertura de embajadas constituye un salto cualitativo y cuantitativo crucial.  Aún con el embargo vigente, se prevé la negociación de acuerdos en cooperación policial, lucha antidrogas, atención a desastres naturales y protección ambiental, entre otros.  A su vez, el presidente Obama podría quitar las restricciones que prohíben que los bancos estadounidenses realicen transacciones en dólares que involucran a Cuba, lo cual ha sido un obstáculo inmenso para el comercio de ésta con buena parte del mundo.

Pese a lo anterior, la lectura hecha por Cuba y Estados Unidos de la relación bilateral varía bastante.  A ojos cubanos, el rapprochement constituye un reconocimiento explícito por parte de Washington del derecho de existencia del modelo de la Revolución, y su eliminación de la lista de Estados que apoyan al terrorismo un triunfo colosal.  En cambio, el gobierno estadounidense ve en la libertad de movimiento de sus funcionarios en la Isla – un tema sensible por la práctica común de apoyar la oposición al régimen – y en el mayor intercambio educativo, artístico y cultural, instrumentos útiles para seguir promoviendo la apertura y la democratización por medios menos controversiales.

Las fuentes de disputa entre los dos países tampoco son menores. Entre estos, las exigencias mutuas de reparación económica, por el embargo y la expropiación de tierras y empresas, Guantánamo y el bloqueo comercial encabezan la lista.  Además de la imposibilidad de que un Congreso republicano levante lo último, ha vetado todo intento por eliminar la prohibición al turismo, siendo Cuba el único lugar del mundo donde Estados Unidos no permite que sus ciudadanos viajen sin condiciones.  De flexibilizarse la ley, se estima que el número de visitantes a la Isla se dispararía.

Tal vez por ello, el secretario Kerry aclaró que este nuevo comienzo “no significa el fin de las muchas diferencias que todavía separan a [los dos] gobiernos”, mientras que su homólogo, Bruno Rodríguez, advirtió que no habrá normalización real hasta que los temas espinosos no se resuelvan y la soberanía cubana se respete, es decir, que Washington deje de opinar sobre los derechos humanos y la democracia.  Aunque la relación cubana-estadounidense ha dado un paso histórico, cabe preguntar si todo cambia para seguir igual.

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