Tragicomedia electoral

Dirigentes que alguna vez tuvieron peso político quedaron tendidos en la lona electoral el domingo pasado.

La encabeza el binomio De la Calle-Gaviria. El golpe fue contundente. Y ya el tiempo y la edad difícilmente les brinda otra oportunidad de rehabilitarse. Son dos de los grandes damnificados de la tragicomedia política. Al pereirano se le va el aroma de expresidente. Al otro, desde que tiró la toalla como vicepresidente en el ring samperista movido por las trompadas del elefante del 8.000, se le agotó su capacidad burocrática para llegar a la Presidencia. Cavó su tumba política desde su protagonismo en la isla cubana. El país le cobró su laxitud para impulsar un acuerdo de paz, mal cosido, lleno de remiendos. Fue tal su tragedia electoral que ni siquiera superó el umbral para lograr la reposición de dineros sufragados en la campaña. Ambos dejan herido de muerte al Partido Liberal, con 170 años de historia.

Otro sueño esfumado, el de Vargas Lleras. A pesar de sus esfuerzos para desmarcarse del santismo, el país lo consideró tardío. Siete de los ocho años con esa camiseta, se tatuaron en su piel para que esa marca fuera imborrable. Tenía un programa de gobierno bien elaborado. Experiencia y casta. Sobrevaloró el apoyo de las enmohecidas maquinarias políticas operadas torpemente por tránsfugas y clientelistas de la peor fauna manzanillesca. Queda con alguna capacidad de negociación para apoyar a Duque, y así enfrentar el matrimonio de las izquierdas caudillistas.

Santos también perdió. Su primera gran derrota fue la del plebiscito habanero. Ahora cayó con su candidato y su partido que se disgregó al menudeo ante la carencia de candidato propio. Dado su pragmatismo no tendría empacho en simpatizar con Petro, con tal de golpear a Uribe más que a Duque. El enemigo de mi enemigo es mi amigo, frase que en Santos es talante y doctrina. Es un hombre de ideas fijas sobre bases móviles. Ilusoriamente podría atreverse a consolarse en la debacle con la frase de Churchill de haber “ganado la guerra pero perdido las elecciones”.

Fajardo fue revelación. Caló en la juventud. Algo más de un punto por debajo de Petro. Se abren las expectativas para ver cómo jugará en esta segunda vuelta. Necesitará de su inteligencia y sagacidad para no dar un salto al vacío, cayendo en la tentación de sus socios de izquierda radical de abrazar el populismo de Petro. Si conserva su independencia y claridad en su proyecto ideológico, puede ser alternativa real de poder.

Ya arrancó la segunda y definitiva elección presidencial. Entrarán en escena el voto racional, el de opinión, el del miedo, el emocional. El país va a decidir entre dos modelos ideológicos en lo económico, en lo social, en lo jurídico, en lo político. Va a escoger entre el centro derecha de Duque y el de izquierda populista de Petro, con su autoritarismo, su mesianismo y su bandera revanchista de lucha de clases. Ya la influyente revista The Economist encuentra en Petro el menos adecuado para manejar a Colombia, dado que “ni el temperamento ni sus ideas lo hacen apto para ser presidente”.

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