Un año después, referendo de nada

Se ha cumplido un año del inicio de las conversaciones de paz en La Habana y casi nada tienen que ofrecerle los contertulios al país. Aparte de un acuerdo genérico, vago,  muy parcial y temporal  sobre el primer punto, no hay nada. Sólo desencanto e incredulidad en la opinión pública. E intenciones del gobierno de seguirle metiendo los dedos a la boca a esa opinión con el embuste de que el acuerdo definitivo está a vuelta de la esquina, y que por eso es urgente aprobar un referendo que lo avale. Pero al gobierno ya nadie le cree por más pantomimas que haga.

En efecto, parece increíble que el gobierno se empeñe en hacer aprobar a las carreras y con caracter urgente nada menos que una ley estatutaria que haga posible la realización de un  referendo en la misma fecha de las próximas elecciones parlamentarias o presidenciales, con el fin de avalar los acuerdos de paz definitivos que se hayan logrado en Cuba para esas fechas.

Esto lo quiere hacer el gobierno a sabiendas de que hay una jurisprudencia de la Corte Constitucional, que ya se ha pronunciado en anterior ocasión sobre la imperativa conveniencia de que los referendos se realicen en fechas distintas a las elecciones parlamentarias y presidenciales, con el fin de que éstas no influyan en la voluntad del elector. Pero eso nada le importa al gobierno, que se desmonta por las orejas del mandato constitucional con el argumento de que se haría sólo por esta vez y nada más. Típica maniobra de una administración  que ha hecho de la marrullería un estilo de gobierno.

Pero aparte de la astucia tramposa del gobierno para violar –sólo por una vez- el espíritu de la ley, está el hecho de fondo de que no hay ninguna sustancia para convocar un referendo sobre los acuerdos de paz en los primeros meses del año entrante. Sencillamente porque para esas fechas no habrá un acuerdo definitivo. Eso lo sabe el gobierno, lo saben sus negociadores en Cuba, lo saben los dirigentes de los partidos de la bancada gubernamental, lo saben los congresistas, lo saben los medios, y lo sospecha la opinión pública. Pero, sin embargo, el gobierno celebra como un gran logro que ese referendo sin sustancia para refrendar haya sido aprobado por la Cámara de Representantes y ahora pase para su aprobación al Senado.

Es un engaño consciente y deliberado a la opinión pública por parte del gobierno y de los congresistas que lo apoyan. Primero, porque al ritmo que van las conversaciones de paz, o sea, un acuerdo parcial por año, teóricamente se demorarían cinco años más para lograr acuerdos similares en los puntos restantes. Segundo, porque es evidente que hay puntos insolubles en estos diálogos, como es el tema de la justicia: las FARC no aceptan ni un solo día de cárcel, y las leyes nacionales y los tratados internacionales obligan a castigar con cárcel a los responsables de crímenes de guerra y de lesa humanidad, como lo ratificó recientemente la Corte Constitucional, así el gobierno y el Fiscal General se sigan empeñando tercamente en  que no hay tal y que puede haber paz con impunidad.

Otro tema es el de la entrega de armas : la opinión pública no acepta una paz armada en la que la guerrilla conservaría la posesión de sus armas mientras se cumplen los acuerdos, que es lo que quieren las FARC y parece haber aceptado el gobierno. Pero sobre todo el punto más insoluble es el de la determinación de agenda ­: es increíble que después de un año ni siquiera exista una agenda común de negociación, pues el gobierno tiene una y las FARC tienen otra, la primera limitada y la segunda casi ilimitada. Dicho sea de paso, esta no más sería razón suficiente para suspender los diálogos hasta tanto no haya un acuerdo sobre cuál es la agenda que se está negociando en La Habana. Tercero, porque la visión de los tiempos de la negociación es radicalmente diferente en cada parte.

Esto es derivado de la agenda que cada parte tiene en la mesa de conversaciones  y que no coincide con la agenda de la contraparte. Contra toda evidencia de los hechos,- un acuerdo precario después de un año-  el gobierno parece seguir creyendo que un acuerdo definitivo se puede lograr en unos pocos meses, mientras las FARC  consideran que su abultada agenda – más 200 propuestas  “mínimas” han puesto sobre la mesa-, no se puede tramitar sino al cabo de largos años de conversaciones. De ahí que sean irreconciliables la prisa del gobierno y la parsimonia de las FARC .

Por todas las anteriores razones es absolutamente insensato esperar un acuerdo de paz definitivo en los próximos meses. Por eso quienes lo promueven  se engañan y engañan a la opinión creando una expectativa imposible de cumplir. Y sobre la base de esta falsa expectativa es que se está tramitando la ley estatutaria que permitiría realizar el referendo en los próximos meses. Es un disparate alucinante que no tiene ningún sentido.

Pero si es imposible realizar un referendo para validar unos acuerdos  definitivos que son imposibles de lograr en tres o cuatro meses, la otra opción es que  el mentado  referendo sea una trampa electoral que está preparando el gobierno en forma ladina y marrullera. Por ejemplo, para aprobar los enjutos acuerdos “parciales” que se hayan logrado. O para investir de poderes extraordinarios a Santos para aprobar acuerdos sin pasar por el Congreso, y crear un “congresito” de bolsillo que se encargue de reglamentarlos. Esto último es lo que han dicho las FARC que les propuso el gobierno. Algo absolutamente escandaloso que el gobierno no ha negado.

En cualquier caso la intención sería engatusar a la opinión con un referendo para pescar votos en rio revuelto, en favor de las listas de los partidos de la Unidad Nacional santista. Este es un riesgo latente sobre el que hay que estar muy pendiente, conocidas las mañas de un gobierno que no tiene escrúpulos para engañar y traicionar, como está largamente demostrado. Si es así, hay que denunciarlo, para que el tiro le salga por la culata.

Share on facebook
Facebook
Share on google
Google+
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn

Buscar

Facebook

Ingresar