Un fin de año responsable

¿Cómo pretenden el Gobierno y las entidades territoriales decirles a los ciudadanos que estamos en crisis pero vamos a iluminar todas las calles durante la Navidad?

¿Qué tiene que suceder para que enfrentemos con seriedad la crisis energética y ambiental que estamos viviendo y que, temen los que saben, se empeorará con el paso de los años? El año 2015 será el más caluroso de nuestro planeta desde que tenemos mediciones confiables, El Niño vino con una fuerza brutal que le ha dado la categoría de superniño —y todavía nos falta lo peor—, y el sistema de suministro de energía del país, pese a los malabares que ha hecho el Gobierno, ha demostrado tener falencias estructurales que, como ya dijimos en el pasado en este espacio, tienen que solucionarse con prontitud, a menos que busquemos un futuro a oscuras.

Y pese a todo lo anterior, insistimos con terquedad en una sensación de invencibilidad, como si esto no nos afectara a todos los colombianos. Un claro ejemplo son los alumbrados navideños que ya empezaron a adornar nuestras ciudades. ¿Será que estamos resignados a la crisis?

Seamos claros: el problema no arranca ni termina en las luces navideñas, por supuesto. Los datos de consumo indican que, si bien hay un aumento, éste no amenaza con sobrecargar el sistema (o, mejor dicho, no es la causal determinante, pues lo que vemos es una serie de fallas que tienen sufriendo a quienes nos deben suministrar la energía).

Pero el tema de la Navidad es simbólico. Los colombianos ya han tenido que tragarse con amargura el sapo del aumento en las tarifas de energía y la socialización de las pérdidas de las termoeléctricas, además de los constantes llamados al ahorro de agua con racionamientos y sacrificios personales (como las duchas más cortas). ¿Cómo, entonces, pretenden el Gobierno y las entidades territoriales decirles que estamos en crisis pero vamos a iluminar todas las calles durante la Navidad? Ahí hay una disonancia que, con justicia, puede ser vista como incoherencia por los ciudadanos.

Ese es el mensaje que no puede enviarse. Las personas deben entender la gravedad de la situación. Por eso es fundamental que se implementen restricciones a las iluminaciones navideñas, tanto en el ámbito público como en el privado. Límites de horas y uso total son un mensaje clave de que todos tenemos que apretarnos con miras a un bien común. De nada sirve salir a dar partes de tranquilidad si no estamos tomando medidas, simbólicas y reales, para atender el problema de fondo.

Ahora, las restricciones que se establezcan no pueden ser absolutas. La ciudad de Medellín, por ejemplo, ha sustentado su posición de que las luces fomentan el turismo navideño y le traen recursos a la ciudad y sus ciudadanos. Válido. Tampoco pueden descontarse los beneficios que las decoraciones traen para la calidad de vida de las personas, especialmente en época de fiestas. También es válido.

Pero sí deben adoptarse medidas que establezcan límites razonables. El mensaje en este fin de año para todos los colombianos debe ser contundente: ya es hora de tomarnos en serio este asunto. Si no, llegará el momento en que no podremos garantizar una Navidad sin apagones. Y eso sí es un problema serio.

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