Un himno contra la barbarie

A los terroristas se les combate con las armas de la ley y con la ley de las armas. Eso lo han hecho y lo tienen que hacer los gobiernos de todos los estados democráticos del mundo. Francia hoy está en esa tarea, no como venganza por los actos de barbarie del 13 de noviembre, reconocidos por el Califato Islámico o ISIS, sino por la necesaria respuesta que enseñe a los criminales la imposibilidad de una victoria por medio de la violencia ilegal con base en fanatismos religiosos o étnicos. Sería la misma respuesta si sus argumentos fueran de tipo clasista, sexista o nacionalista.

Pero el terrorismotambién choca contra la cultura artística, política y social de una comunidad como la francesa, que ha formado valores clásicos, comunes a otras sociedades de occidente, como son las libertades democráticas, el estado laico y el orden republicano de sus instituciones. Los pueblos tienen entre sus valores culturales, símbolos inalienables como la bandera, el escudo y el himno, elementos que contribuyen a la unidad e identidad de sus habitantes. Los colombianos podemos reafirmar lo anterior  frente a nuestra bandera tricolor y con las notas del himno nacional.

Durante los dolorosos acontecimientos causados por fanáticos del Islam, hemos visto a los franceses abroquelarse con La Marsellesa, himno nacional de los galos, compuesto por Claude-Joseph Rouget de Lisle, capitán del Cuerpo de Ingenieros, el 25 de abril de 1792, conocido inicialmente con el nombre de “Canto de Guerra para el Ejército del Rhin”, adoptado por la Guardia Nacional de la ciudad de Marsella, situada al sur de Francia, principal puerto sobre el Mediterráneo, tercera ciudad del país que tuvo alto protagonismo en los asuntos de Francia con Argelia y el Canal de Suez en Egipto, años después.

La Marsellesa se conoció como un himno del movimiento revolucionario internacional. Fue el himno de la Comuna de Paris en 1871 y de los socialistas radicales que combatieron al Zar de Rusia hasta que La Internacional, himno de los comunistas, lo suplantó. La Marsellesa sufrió la desaparición durante los tiempos del Imperio y la Restauración, rehabilitada luego en 1830, cuando Berlioz elabora una orquestación que le da nueva vida. Al caer la Tercera República por la invasión nazi a Francia, los alemanes crearon el gobierno espurio de Vichy, al sur del país, que utilizó una canción de 1847 titulada “Maréchal, nous voilá” del compositor André Montagard. La contra parte Francia Libre, que luchaba por la expulsión de los nazis alemanes, tenía como himno “La Canción de los Partisanos” de Anna Marly y letra de Druon y Kessel. Terminada la segunda guerra  mundial, La Marsellesa adquirió el rango de himno oficial francés en la Constitución de 1958.

La Marsellesa es un cántico patriótico de hondo raigambre popular cuya estructura está compuesta por siete estrofas y un estribillo que dice así: “¡A las armas ciudadanos!/ ¡Formad vuestros batallones!/ Marchemos, marchemos/ Que una sangre impura/ inunde nuestros surcos.” Suelen cantarse la primera estrofa, la sexta y la séptima, con el emocionante coro, por ser las estrofas que mejor responden a la era actual, teniendo en cuenta el tiempo de su creación 1792. La Marsellesa revitaliza la resistencia del pueblo francés como lo hemos escuchado en estos días de balas y explosivos. Un himno inmortal que va más allá de los límites territoriales y emocionales de sus creadores y herederos, porque también llega a nuestros oídos y a nuestro corazón.

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