Un libro para regalar(se)

Para von Schirach la verdad no existe en un juicio, pues ni los jueces, ni los fiscales, ni los defensores estuvieron en el lugar y en el momento del crimen.

En este tiempo fuera del tiempo que son las fiestas navideñas y de comienzo de año, el mejor regalo y el mejor descanso sigue siendo un buen libro. Sobre todo aquel de cuya publicación por el trajinar de los días corrientes no nos enteramos, o cuya lectura dejamos aplazada para después. Este año la literatura alemana nos ha sorprendido con un libro extraordinario para regalar, o para regalarse y devorarlo.

En efecto, el abogado alemán Ferdinad von Schirach ha escrito un libro que estuvo en primer lugar en la listas de su país durante 45 semanas con más de un millón de ejemplares vendidos, obtuvo el Premio Kleist, y ya ha sido traducido a 30 idiomas. Se trata de un libro de relatos breves, uno de los cuales ya ha sido llevado al cine, y la ZDF está produciendo una serie de televisión con seis de los 11 relatos que componen el volumen. A sus 45 años, es la primera obra del autor, y fue la gran revelación en el año 2009. Nunca antes tuvo vocación literaria, y fue el insomnio, no producido por su labor profesional, como siempre lo aclara él mismo, lo que lo llevó a producir su obra. Ahora, afortunadamente, nos llega su traducción al castellano.

Se trata del libro 'Crímenes', cuyos relatos están inspirados en algunos de los 700 casos reales en los cuales se ha visto involucrado von Schirach en su papel de abogado defensor, labor que ha cumplido durante casi 20 años. Todos los críticos coinciden en que cada caso relatado es una pequeña obra maestra escrita con una sobriedad y una claridad asombrosas. Allí no hay juicios morales, sino una narración aséptica con una rigurosa economía del lenguaje , cuyo resultado son relatos muy dramáticos y conmovedores, cargados de suspenso y emoción. Las lágrimas pueden asomar a los ojos de sus lectores al concluir algunos de ellos.

Sus personajes, víctimas y victimarios, son gente común y corriente, normales, de a pie, a quienes, puestos en situaciones límite, se les resquebraja el hielo bajo sus pies y cometen un crimen, o son sus víctimas. Verdugos y víctimas se entremezclan en una dinámica vital arrolladora marcada por la fatalidad, por un inatajable sino que no depende de sus voluntades. Los culpables aceptan su destino, pero no logran comprender cómo ni cuándo la situación se les salió de las manos, tal vez porque nunca la tuvieron en sus manos. Destinitos fatales que tienen mucho de tragedia griega. Al final de cada relato, el lector queda estremecido pues el autor lo cuestiona al obligarlo a pensar qué habría hecho él si hubiera estado en las mismas circunstancias de esa víctima o ese verdugo. Convencido y afirmativo, el autor sostiene que “todos somos verdugos o víctimas en potencia”.

Esta gente corriente que cae por el abismo es la que le interesa a von Schirach. No le interesan los crímenes de los psicópatas cuyo comportamiento deriva de una enfermedad mental. Tampoco los crímenes políticos, que de manera contundente el autor considera “totalmente injustificables e imperdonables, pues son crímenes planificados en un escritorio, fríos y organizados”. En contraste, hacia esa gente normal que inadvertidamente cae en desgracia su actitud es comprensiva, casi misericordiosa.

Pero la obra de von Schirach no sólo escudriña el alma humana. También es una reflexión sobre la justicia. Su visión es pesimista y ambigua, incluso sobre la operación de una justicia tan eficiente e incorruptible, como puede ser la alemana. Muchos de sus casos muestran la inoperancia del sistema judicial. Él mismo señala que no cree en los finales felices y lo afirma con estremecedora concisión: “El sistema jurídico es una ficción que suele alcanzar una verdad que nada tiene que ver con la realidad”. Impartir justicia es una labor humana y, en consecuencia, falible. Los jueces no siempre son probos ni justos, y cuando lo son, entonces los casos no siempre son solubles. La justicia cojea, pero a veces nunca llega. Si la realidad es inmanejable para víctimas y verdugos, la verdad es escurridiza para los jueces.

Para von Schirach la verdad no existe en un juicio, pues ni los jueces, ni los fiscales, ni los defensores estuvieron en el lugar y en el momento del crimen. En un juicio sólo hay teorías de unos y otros que se contraponen, pero esas teorías nada tienen que ver con la realidad. El asunto es si esas teorías son buenas o malas; por eso, para mejorarlas y hacerlas creíbles, los abogados defensores y los fiscales ponen todo lo que pueden en sus respectivos platillos de la balanza de la justicia. El resultado es que gana quien ponga más peso en su platillo. Pero la verdad judicial es una ficción. Aún así, para nuestro autor las sentencias judiciales son definitivas y hay que acatarlas. Aunque al final de cada juicio, como dice uno de sus críticos, ser inocente (o culpable, agrego yo) sea una cuestión de suerte.

Sombrías reflexiones en un país como el nuestro, que vive semejante crisis de credibilidad y confianza en su sistema judicial, de la que no se escapan –por el contrario, se incluyen, y de qué manera– nuestras altas cortes. Pero me temo que esto ya es meterle política al asunto. Por lo pronto, regalen y lean el libro de von Schirach. Feliz Año 2013.

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