Un oficialismo autofágico

En la recta de la elección presidencial que se llevará a cabo dentro de ocho días, de manera calculada y escenificada, las Farc y el gobierno de Santos llegaron a un “acuerdo” sobre las drogas. Creen ambos, que este salvará del naufragio la candidatura del presidente y el imparable repunte de Zuluaga, como lo demuestran las últimas encuestas, incluso las oficiales. El “acuerdo”, además, llega  significativamente luego del escándalo de los doce millones de dólares para la negociación clandestina de JJ Rendón y Chica con jefes de Bacrim y el acoso del fiscal a Álvaro Uribe, tratándolo como un delincuente cuando el ex presidente denuncia un posible ingreso de dos de los doce millones de dólares entregados por la mafia para la campaña de Santos, y el intento de Montealegre de involucrar a Zuluaga en unas chuzadas y comercio ilegal de documentos electrónicos cargos que, por supuesto, ni siquiera ha podido formular. Pero también significativamente, el “acuerdo” se produce luego de que las Farc, esta semana, utilizaran a dos niños bomba en Tumaco para atacar a la policía y asesinar en Planadas a una niña y otros civiles, crímenes de lesa humanidad que de solo pensarlos, repugna, pero que Santos pasa de agache. Y pensar que a esos les dará, como regalo, impunidad, que es uno de los acuerdos de La Habana.

En el papel firmado hoy, la erradicación será voluntaria y a partir de planes de sustitución acordados, en primer lugar, por los territorios cocaleros, que recuérdese están, en su mayoría, en las Zonas de Reserva Campesina que las Farc controlan ahora y contralarán a gran escala, política y militarmente. Como se sabe, las Farc están hablando de varios millones de hectáreas para estas zonas como se plantea en el “acuerdo” sobre tierras en la agenda en Cuba. Los planes que surgieran serían ordenados por las Farc y la erradicación, si llegare a efectuarse, se haría al ritmo que estas impongan o sea, extremadamente lento. Puede llegar a durar decenas de años, insisto, si se hace. Como son previsivos. Ya dominan el negocio de la minería ilegal.

También “los negociadores” se pronunciaron el viernes sobre la razón de estos cultivos. Y como siempre, las Farc hablaron de pobreza, marginalidad y escasa presencia institucional. Mienten tanto, que están convencidos  que la gente les cree las mentiras en la medida que las producen. El gran auge de cultivos y comercialización se dio cuando los paramilitares y la organización armada ilegal Farc  (y  el Eln) encontraron que estas actividades producían océanos de dinero, con el cual financiaron, hablando de la guerrilla, su permanencia y crecimiento, después de la caída del socialismo soviético. Sin esos recursos las Farc no hubieran continuado; con ellos, llegó la corrupción a sus filas. El gobierno sabe esto, pero acepta la versión de las Farc, algo que tiene repercusiones importantes sobre las responsabilidades de las Farc en este tráfico.

El negocio era más importante que su ideología, hasta el punto de que prácticamente la han perdido. Y por la cocaína han desplazado y emplazado a campesinos por millones, despojándolos de su tierra y asesinándolos por miles. Lo dicho en este “acuerdo”, permite deducir, una vez más, cómo se tratará el problema de las víctimas: a lo sumo, las Farc son responsables marginales y en muchas ocasiones, víctimas. Como responsables marginales, pagarán con “trabajo social”; como víctimas, el Estado tendrá que indemnizarlos y asumir la responsabilidad que le cabría, ante el país y la comunidad internacional. El piso visto desde el techo.

El “acuerdo” habla de luchar contra el crimen organizado y sus redes de apoyo, lo cual es de un cinismo de marca mayor. De hecho, si el “acuerdo” se tomara seriamente,  es impracticable porque las Farc son el principal cartel de la coca del país, con relaciones comprobadas con las bacrim y carteles extranjeros. Y una de dos, o las Farc se combaten a sí mismas, lo cual es imposible, o el Estado debe luchar contra ellas. En  los dos casos, el “acuerdo”  es autocontradictorio, Ante esta disyuntiva, el Estado debería someterlas y no pactar políticamente con ellas sobre el narcotráfico en La Habana. Claro está que el sentido que le dan gobierno y Farc a ese punto, es que éstas no son narcotraficantes, o que lo han practicado marginalmente, cosa que no se creen ni ellos mismos. Por si acaso, esa organización se compromete, como gran concesión, a levantar algunos campos minados, cuando su obligación es eliminarlos todos. Pero es que al dúo que cogobierna lo que le interesa es lavarle la cara a las Farc. Incluso se ha venido hablando estos días de que el futuro Ministerio de la Seguridad Ciudadana propuesto por Santos, estará compuesto por militantes de las Farc, con lo que estos no tendrán que entregar las armas, la impunidad les queda garantizada, pero sobre todo, multiplican exponencialmente su ejército, que ahora se encargará de cuidarnos. ¡Qué susto! Un engendro farcosantista para implantar el “socialismo del siglo XXI”, siguiendo los designios del castrismo.

Es de esperar en esta semana más acciones oportunistas, más persecuciones del Fiscal, más insultos de quien le dio la Catedral por cárcel a Escobar, más entrevistas y noticias cuyo objetivo es minar a Zuluaga y ensuciar su entorno, más frases desapacibles y venenosas de Gabriel  Silva Luján, más sandeces de Armando Benedetti y Roy Barreras y hasta posibles acciones violentas contra la integridad de los líderes de la oposición. Pero el domingo próximo llegará y todo este trabajo sucio contra el Estado Social de Derecho solo producirá más votos para Zuluaga porque el pueblo colombiano castigará la traición y el contubernio farcosantista. Esa campaña se está devorando ella misma con sus trucos. Es autofágica.

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