Un partido que no está partido

En medio de la grave crisis política que afecta a Colombia, el Centro Democrático se ha ganado un lugar en nuestra democracia gracias a su solidez ideológica y su disciplina partidista. Contamos con un gran y creciente número de militantes y simpatizantes, precisamente porque somos una colectividad con discurso, con propuestas. Nos constituimos como un partido que hace política de la mano de la gente.

Uno de nuestros pilares, en mi concepto el más importante, es el del diálogo fluido y permanente con la comunidad. Los uribistas no salimos a las calles en tiempos de elecciones. Nosotros construimos nuestra agenda de trabajo teniendo como referente el sentir y el querer de las personas, antes y después de las fechas electorales.

Nuestra confrontación es hacia fuera. Como partido de oposición, no dudamos un instante en encarar las más difíciles situaciones. A pesar de las persecuciones, de los constreñimientos, insultos y ultrajes del gobierno y sus aliados en el Congreso, el Centro Democrático ni elude ni evade los debates. Planteamos con decoro y verticalidad nuestros puntos de vista y nos sometemos con convicción a la bella batalla democrática. Con certeza, puedo aseverar que no hemos sido inferiores al mandato que en 2014 nos entregaron los millones de ciudadanos que generosamente votaron por las listas que presentamos en las elecciones parlamentarias.

Ahora, a pocos meses de volver a concurrir a las urnas, nos enfrentamos a un dilema que no es de menor cuantía: ¿presentaremos nuestros nombres en listas abiertas o cerradas?

Resulta paradójico que estemos empantanados en aquella disyuntiva, dado que la propia naturaleza de nuestro partido es, precisamente, la del trabajo en equipo, por la defensa de unas ideas y no la de propiciar emulaciones entre nosotros mismos.

Los partidos que se dedican a entregar avales al garete –algunos los venden al mejor postor-, obviamente tienen que inscribir a sus candidatos en listas abiertas, pero nuestra situación es totalmente distinta.

Nosotros estamos en las antípodas de los partidos que hacen parte de la coalición ficticia a la que Santos ha llamado “Unidad Nacional”. Creemos en las campañas políticas austeras cuyo eje central es el discurso. Nuestra competencia no es entre quiénes le meten más dinero al proselitismo, sino entre quiénes tienen mejores argumentos para compartir con los ciudadanos.

Sería bastante pintoresco, por ejemplo, presentar una lista en la que unos uribistas intenten “quitarles” votos a otros uribistas. ¿No es mejor que todos nos dediquemos a conquistar nuevos electorados?

Considero que la lucha es hacia fuera y no hacia adentro. Tenemos una militancia ávida por volcarse a las calles y plazas de Colombia para acompañarnos en esta difícil campaña que empieza. Mal haríamos nosotros en propiciar divisiones entre ellos, cuando lo inteligente y eficaz es trabajar mancomunadamente para ampliar la representación que obtuvimos en las elecciones de 2014.

El Centro Democrático es un partido que no está partido. Al inscribir listas con voto preferente, estaremos nosotros mismos abriendo la puerta para las divisiones y para que personas que “tienen votos” pero no identidad ideológica se cuelen en las filas de nuestra colectividad.

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