Tres noticias. La primera, hace algo más de una semana The Washington Post (TWP) informaba que Colombia era, de nuevo, el mayor productor de coca del planeta, con una producción mayor que la de Perú y Bolivia juntos. La segunda, la European Food Safety Authority publicó un estudio que contradice el de la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer (IARC) y concluye que no hay pruebas de que el glifosato sea un potencial cancerígeno para los seres humanos. Tercera, el Ministro de Salud dijo en entrevista con la W que el aumento de la producción de coca no tiene nada que ver con la suspensión de las fumigaciones con glifosato. Y agregó que el Gobierno acogía el estudio de la IARC y no el de la agencia europea. Comentarios:
Contrario a lo que se dice, Colombia estaba ganando la guerra contra las drogas y era un modelo de éxito. Durante la administración Uribe se logró reducir los narcocultivos más de un 60 %, de 180 mil hectáreas a 63 mil. Dejamos de ser los primeros narcocultivadores y pasó a serlo Perú. Y la producción de coca cayó de 680 toneladas a 290. Sin embargo, TWP ratifica lo que ya se mostraba en un informe de principios de este año del SIMCI de la ONU: las cifras del 2014 muestran un crecimiento de un 44 % más de narcocultivos que en el 2013 y, peor, un aumento del 52 % en la producción de coca con un salto a 442 toneladas en 2014.
Lo que es falso es que esa catástrofe no tenga nada que ver con la suspensión de la aspersión aérea del glifosato. Al contrario. La concentración del crecimiento de los cultivos ilícitos está precisamente en las áreas donde no se hizo aspersión por decisión del Gobierno: los parques naturales y los resguardos indígenas, la frontera con Ecuador, por un acuerdo de Santos con Correa, y el Catatumbo, por otro de Santos con ¿las Farc? Ahora, alegando el famoso estudio de la IARC, el Gobierno suspendió la aspersión aérea en todo el país. La consecuencia de la decisión del Gobierno deberá ser prepararnos para la tragedia de una invasión masiva de narcocultivos en todo el territorio nacional. Quizás el fenómeno de El Niño modere en algo ese crecimiento. Al fin y al cabo la coca es un cultivo que también sufre las consecuencias de las condiciones meteorológicas adversas. En cualquier caso el aumento será terrible.
TWP atribuye parte del crecimiento de los narcocultivos a las Farc y a las expectativas del proceso de paz. En julio ya lo había dicho en esta columna: “como si no bastara, las Farc están incentivando los cultivos ilícitos haciéndoles creer a los campesinos que obtendrán más ayuda del Gobierno en programas de sustitución de cultivos. Poco más peligroso que un incentivo perverso”. ¿Por qué el Gobierno no hizo ni hace nada frente a esa realidad?
A su vez, las declaraciones del ministro de Salud evidencian, ahora sí fuera de cualquier especulación, que la decisión de suspender la aspersión con glifosato es política y no técnica y que no tiene nada que ver con la salud. El Gobierno ha hecho una manipulación grosera del estudio de la IARC como lo demuestran que no se haya suspendido el uso del glifosato en general sino solo la aspersión aérea de la coca (ese estudio evalúa el glifosato como molécula y nunca se refiere a los posibles riesgos de la aspersión aérea), que no se haya hecho ni ordenado ni un solo estudio en Colombia que muestre que el glifosato puede producir cáncer de linfoma de no Hodgkin (del que habla el IARC), que no se suspendió el uso de ninguno otro de los productos cancerígenos o posiblemente cancerígenos de la lista y que ahora que se incluyeron las carnes procesadas en esa lista el Gobierno tampoco va a hacer nada.
Está claro que el gobierno de Santos perdió a conciencia y deliberadamente la lucha contra las drogas. Lo hizo por las Farc. Y el costo, monumental, en materia de vidas, salud pública, medio ambiente y seguridad lo pagaremos todos. Y ahora, como si no bastara, ¡el Gobierno propone un proyecto para reglamentar “el uso medicinal de la marihuana”!.
