Venezuela 6D

Las circunstancias preliminares de las elecciones del domingo en Venezuela no pueden ser peores ni más graves.

La farsa del juicio a Leopoldo López, el asesinato del líder opositor de Guárico Luis Manuel Díaz, el siniestro de la avioneta donde viajaba parte del equipo de Lilian Tintori y el hostigamiento a los mítines de Henrique Capriles por parte de hombres armados y vestidos de rojo con las camisetas del PSUV, Partido socialista Unido de Venezuela, trazan un cuadro que creíamos superado: el de las tenebrosas épocas de las dictaduras militares de la región.

Añádase a esto la negativa del régimen a aceptar ninguna veeduría internacional distinta a Unasur, cuyo secretario es un colombiano miope y madurista; el macabro eslogan de los partidos oficialistas, “Sea como sea, ganaremos la Asamblea” (© Nicolás Maduro) y las inquietantes declaraciones de la presidente del Consejo Nacional Electoral, quien advirtió que los resultados de la votación pueden tardar “muchas horas”, algo inexplicable en un país que cuenta con el sistema del voto digital.

Aquí no paran las cosas: en el tarjetón, la casilla del único partido de oposición, Unidad, con fondo azul celeste, está abajo a la izquierda, con 35 partidos oficialistas. Al lado hay otra casilla azul celeste de un partido de oposición inventado a última hora y que se llama, coincidencialmente, Unidad. Es difícil imaginarse algo más evidente y rastrero. ¿Por qué anda tan nerviosa la seudoizquierda venezolana? Porque las encuestas calculan que la oposición ganará por un margen que puede superar el 30%.

Es oportuno recordar que en las elecciones presidenciales del 2013, con una situación económica menos crítica que la actual y con el viento a favor por la reciente muerte de Chávez, Maduro le ganó a Capriles por un precario 1,5%.

Hay más: el Gobierno emite videos que enumeran los beneficios que el pueblo perderá si triunfa la oposición, y los obreros y los empleados estatales tienen orden de tomarles fotos al tarjetón ya marcado y a la pantalla, y presentarlas el lunes a sus superiores.

Y la tapa: las declaraciones de Maduro instando al pueblo a “salir a la calle y no entregar la revolución” en caso de que el oficialismo salga derrotado.

Estas elecciones son importantes porque la Asamblea es el órgano legislativo venezolano y nombra los miembros del Consejo Nacional electoral y los del Tribunal supremo de Justicia.

Los escenarios son estos. Si la oposición triunfa por un margen estrecho y alcanza, digamos, 85 de los 167 escaños de la Asamblea, el régimen de Maduro puede vivir con esta piedrita en el zapato. Pero si la Unidad alcanza las dos terceras partes de los escaños, que es la fracción necesaria para aprobar leyes de fondo, el régimen estará en problemas, en más problemas, y la polarización se agudizará. Para retomar el control, lo más probable es que Diosdado Cabello orqueste un golpe de Estado contra Maduro, cierre la Asamblea e instaure, de frente y sin tapujos, el régimen del Cartel de los Soles, ese generalato que llevaba decenios medrando en la corrupción, el narcotráfico y el contrabando.

Lo más triste de todo es la soledad de Venezuela. Los intelectuales y los dirigentes americanos casi no han dicho nada, si descontamos a Macri y a Chomsky, que se pronunciaron con dureza contra el régimen de Maduro, y a Rafael Correa, que vive muy agradecido y lo apoya sin condiciones.

Vargas Llosa, el hombre llamado a liderar un manifiesto contra los chafarotes venezolanos, anda ocupado con los reporteros de las revistas del corazón, y las declaraciones de Santos han sido muy tímidas. Le preocupa que el revoloteo de una mariposa en Bogotá agite los papeles en la mesa de La Habana.

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