Venezuela, un caos

No sabemos si el gobierno colombiano se tragará la lengua para no protestar ante la degradante minibiografía que el señor Diosdado Cabello ha hecho sobre el presidente Santos.

Diosdado, presidente de la Asamblea Nacional venezolana, ha calificado al mandatario colombiano de ser “el inmoral más inmoral del mundo, peor que Uribe… Si usted (Santos) no tiene nada bueno qué decir, métase la lengua en el bolsillo…”.

En cualquier Estado respetable y respetado, esta audaz minibiografía originaría una protesta por ofensa de la dignidad nacional. ¿Acaso se preferirá el silencio por temor a la reacción que pudiera producir entre los amigos de Diosdado en La Habana?

Una nación que no padeciera debilidad de carácter, propia de su decadente dirigencia oficialista, debía por lo menos elevar su voz de protesta. Callar es otorgar razón al provocador. Es demostrar que la decencia y el coraje hace buen tiempo huyeron del ejercicio de la política de Estado.

Venezuela es un caos. Sus autoridades, con poca o ninguna legitimidad, a falta de argumentos para defender su revolución, insultan y maltratan a opositores y a países vecinos que no comparten sus métodos de gobierno populista y demagógico. Y esa agresividad se intensifica en vísperas electorales sobre todo cuando las encuestas dan como ganador a la oposición sobre el socialismo siglo XXI.

Que se reconozca el triunfo en las urnas de la oposición no será fácil. Allá el fraude está al orden del día. Es consuetudinario. Con el agravante de que tanto las autoridades electorales como las entidades externas encargadas de vigilar la pureza del sufragio, caso de Unasur, son apéndices del chavismo. Ya lo anticipó el director del diario El Nacional, de Caracas: “Unasur no tiene ninguna credibilidad porque sus cabezas son compinches de Maduro”. Están contaminadas de compadrazgo y de celestinaje con la autocracia que allí rige.

Diosdado Cabello fue enfático en anticipar lo que podrá ocurrir como inmediata política de amedrentamiento oficialista: “el domingo de elección van a salir grupos armados, pero de amor, y vamos a salir a ganar…”. Metáfora tan ramplona como mañosa. Propaganda subliminal para invitar al revanchismo y a la violencia. Notificación cínica, tan propia del capataz que insulta a presidente y expresidentes de Colombia y que aquí causa un silencio cómplice, disfrazado de diplomacia contemporizadora y temerosa…

Este domingo es crucial no solo para Venezuela sino para países que, como Colombia, están soportando desde hace mucho tiempo los zarandeos e irrespetos de tan incómodos personajes. Pero que aún cuenta con ciudadanos corajudos, con el valor de protestar como Lilian Tintori, que denuncia atropellos y no se doblega, así carezca de protección de organismos internacionales probos e idóneos que hagan respetar su dignidad de mujer y líder.

Lo que suceda el domingo tendrá repercusiones en Colombia. Venezuela ha sido país refugio de maleantes de todos los pelambres que gozan de patente de corso para entrar, salir y desafiar a un Estado como el colombiano, vacilante y confundido. De allá, dado el protagonismo desenfrenado y demencial del chavismo, salen los insultos e injurias contra presidentes colombianos que experimentan en carne propia el vergonzoso y dubitativo silencio de su Cancillería.

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