Vistazo al nuevo Congreso

Tuvimos la oportunidad de ver el domingo pasado por televisión, la "grata" instalación del nuevo sacrosanto Congreso de la República. Desde el momento en que se levantó la carpa del circo pudimos darnos cuenta lo que nos espera en esta legislatura y, francamente, los presagios son desastrosos. Por allí comenzó un señor a pregonar en todos los medios amañados que se iba a dedicar dizque a sacarle al doctor Uribe los trapos al sol, por unas supuestas relaciones que denuncia, con gran desfachatez, quien no le reprocha nada a esa parte sangrienta y repudiable, con historial tenebroso, que nos ha vuelto la vida casi imposible. Eso sin tener una sola razón válida que amerite dañarle la vida a 45 millones de buenas gentes que diariamente se levantan a tratar de hacer de este país un lugar que no merece ser tratado con tanta crueldad.

Después, las bancadas gobiernistas, demostrando su poco sentido democrático y en actitudes perversas de algunos de ellos, negaron la participación de la oposición uribista en las más importantes comisiones, donde van a producirse, si es que todo se maneja con patriotismo, los verdaderos cambios sociales que exige el país.

Se ha llegado a tal grado de degradación, que el ilustre señor Benedetti no ha querido ni siquiera entregarle la oficina que le fue asignada al doctor Uribe en el edificio del Congreso. Y ni hablar de otra cuestión, que daría risa si no fuera tan vergonzosa, como es la negación de la paternidad de un congresista por parte de su hermano. Estos sí son problemas a los cuales el Congreso debe dedicarles toda su importante atención.

No digo que todos los parlamentarios son malos. No, sin duda se encuentra un buen número de ellos a quienes se les ven los deseos de trabajar honesta y patrióticamente y en quienes tenemos puestas las esperanzas de que algún día nos solucionen las condiciones de pobreza e ignorancia que padecemos.

Aparte de las discusiones vitrineras, es necesario que nos concienticemos que además de la paz que tanto ha servido para hacer politiquería, pero que ambicionamos con todas nuestras fuerzas se convierta pronto en una realidad para que podamos poder dedicarnos a presionar a los padres de la patria para que con el poder que han sido investidos traten, al menos, de dar solución a los dos mayores problemas que nos azotan.

El más delicado es la tragedia que vive la salud. Es de extrema urgencia y donde más se refleja la miseria de un pueblo tener que ser testigos de las tragedias de aquellos que no tienen ni siquiera con qué aliviar en algo los sufrimientos que les toca soportar, mientras, por otra parte vemos con repudio como los bandidos de cuello blanco, como los directivos de algunas EPS gastan en forma descarada dineros que no les pertenecen, porque todos han sido robados y utilizados en gigantescas obras suntuarias para su uso personal. Esta debería ser, señor Cepeda, su principal inquietud.

Y la otra tragedia es la podredumbre en que se debate la justicia. Este poder constitucional sin el cual ningún país del mundo puede subsistir, excepto, tal vez, las tiranías que todavía abundan, ya tocó fondo en nuestro país. Puede que me meta en líos al afirmar que la gran mayoría de los colombianos le perdimos por completo la confianza a lo que debe ser la base inamovible de la nacionalidad. Lastimosamente son tantos los intereses politiqueros en que se ha caído en este asunto, que la mayoría de los interesados están en alguna forma untados, y por lo tanto impedidos para hacerle a la justicia reformas que nos vuelvan a permitir vivir con tranquilidad, y que sirva de soporte para establecer una democracia firme y duradera.

P.D.: Llegar a viejo es sin duda una mejor alternativa que morir joven.

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