Volvió la guerrilla

Tal como lo habíamos pronosticado, la guerrilla volvió al Valle del Cauca aunque hay quienes afirman que nunca dejó de estar entre nosotros y está escondida en una especie de hibernación a la espera de órdenes superiores.

Lo sucedido en Pradera quedó sepultado por otras noticias y no pasó a mayores. Sin embargo, el muerto, los 60 heridos y los destrozos en más de un centenar de viviendas son prueba fehaciente de que de nuevo estamos sitiados por las Farc.

Así, mientras el alto gobierno estaba en el Cauca ofreciendo dos billones de pesos para obras de infraestructura -que ojalá alcancen para arreglar los dos puentes de la carretera Cali – Popayán, y que llevan ya dos (2) años en reparación-, a pocos kilómetros estallaba la motocicleta bomba, como quien dice aquí estamos y aquí nos quedamos, en un franco desafío a la institucionalidad nacional.

En tanto, a tiempo que el Ministro de Defensa condenaba este atentado perpetrado a menos de cinco metros de la Alcaldía de la localidad y ante una población atemorizada, los narcoguerrilleros de la Farc se pronunciaban manifestando “su extrañeza” por semejante acto criminal. ¿Habrase visto mayor cinismo?

Este hecho, sumado a lo que viene pasando en Florida, corrobora que lo que sucede en el Cauca repercute en el Valle y de ello pareciera que no fuéramos conscientes, como si el vecino departamento estuviera lejos de nuestra frontera por el sur.

Y hay más: el pasado sábado a eso de las cuatro de la tarde, la susodicha guerrilla que está negociando la paz en La Habana entre mojitos, boleros y cohíbas secuestraron a dos vigilantes del ingenio Manuelita en la Hacienda Oasis en zona rural de Caloto, se llevaron un campero Mitsubishi de placas PLR 704 al igual que su armamento y el equipo de comunicación.

Ah, y para que no los siguieran instalaron explosivos al lado de la carretera que comunica a Villarica con Caloto.

A pesar de esto, nada se ha dicho sobre el particular y tanto el Ejército como el gobierno guardan sospechoso silencio. ¿Acaso será porque la familia del Director de la Agencia Colombiana para la Reintegración, Alejandro Éder, es propietaria del susodicho ingenio y no le conviene al proceso de paz que esto se conozca?

Y si por el norte del Cauca y el sur del Valle llueve, por la zona montañosa de Tuluá no escampa: el boleteo, el secuestro y la intimidación son el pan nuestro de cada día, y a pesar de ello, el gobierno no se toca y ¡Ay del que se le ocurra mencionar el tema!

La retaliación por la dada de baja de los 14 guerrilleros caídos en combate el pasado fin de semana, será cobrada con creces en cualquier región del país. No obstante, aquí no pasa nada y -repito- seguimos en una tal mesa de negociación en la que criminales comprobados se rasgan las vestiduras y se meten y opinan de lo divino y lo humano como si ya estuvieran en el Senado que les prometió el presidente Santos.

Antier fue la bomba en Pradera, ayer el secuestro de los funcionarios del ingenio Manuelita. ¿Qué vendrá ahora?

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