Votar racionalmente por Óscar Iván Zuluaga y el sentido de vivir dignamente en Colombia, sin amenazas.

Para profundizar el tema de este comentario recomiendo leer en internet “La otra cara de la saga Santos,” para que entendamos por qué nuestra república ha sido soñada y realizada en las artes, la literatura y el mal periodismo como un juego ejemplar de esas señales fantásticas que no sabemos leer.

El 15 de mayo de 2014 Enrique Santos Calderón volvió a casa, como Ulises, en un viaje nostálgico por los 40 años de la desaparecida revista Alternativa en la que militaron Gabo, Orlando Fals Borda, Antonio Caballero, Roberto Pombo, Daniel Samper Pizano, es decir, los componentes principales del oligopolio escandaloso de la izquierda mamerta.

Querían los del grupo no solo convertirse en la voz de lo que callaba “la gran prensa”, como llamaban a los medios tradicionales, sino, además, cumplir el sueño de unir a la izquierda colombiana. Y así, como ha pasado históricamente con ese sector ideológico, la revista se llenó de grietas internas, divisiones, que –sumadas a la crisis económica– la llevaron a cerrar  seis años después. Gabo fue el eje, pero “Creía que todas las revistas de izquierda fracasaban, que ese era un género desdichado en Colombia.” Se vinculó y terminó alejándose cuando no quiso trabajar a pérdida. Y aquí es cuando surge mi reflexión: ¿Cómo es posible que estos mamertos son incapaces de sacar adelante una revista con el producto que ellos fabrican y pretenden, ahí sí, dirigir un país, desde la política o la prensa?

Las razones profundas de ese fracaso las analiza el fundador del Socialismo del Siglo 21, Heinz Dieterich, en su subversivo artículo “Entre Topos y Gallinas, revisitado La bancarrota de la “izquierda” y sus intelectuales”, publicado en Rebelión y en el que nos muestra cómo la ‘paz’ pueda ser otro ‘producto’ como el de  Alternativa que hoy resulta profético y que se sigue explotando.

Como premonición macondiana de lo que sucede he aquí los textos de  tres portadas de hace 40 años que hoy también descrestarían: “Reformas a Pupitrazo Limpio,” con un postrecito: “Se gesta Paro Nacional.” El arreglo va a ser peor que un tiro en el oído, según lo reporta el Ex Ministro Juan Camilo Restrepo, en su columna “¿Por la puerta grande?”

Otra portadita profética de Enrique: “A usted no le creo nada, señor Turbay” por Gabo. Algún ‘periodista independiente’ podría escribir hoy: “A usted no le creo nada, señor Santos.” Pero podría ser perseguido por el presidente, o el Fiscal General, con el nuevo crimen político denominado ‘enemigos de la paz.’

Otra perla visionaria de Enrique: “Droga: Primer Producto de Colombia” con un salpicón de titulares de trasfondo como: La mafia lo fraguó todo; liberan a narcotraficante, etc.

Vemos así que Alternativa fue un símbolo profético de lo que le ocurre hoy a Juanma, inducido por su hermano Enriquito. ¿Por qué pasa esto? Porque llevan la maldición de un nombre, ‘mamerto’, cuyo origen fue una mamadera de gallo macondiana. Veamos.

Me cuenta un amigo, entonces presente cuando escribía Jorge Child un artículo para el semanario de orientación comunista ‘La Gaceta’, que decía: “Como dicen Gilberto (Vieira -Director del Partido Comunista) Filiberto (Barrero, miembro del PC)… Entonces, mi amigo, cuyo nombre por seguridad me reservo, mamando gallo dijo: “Gilberto, Filiberto y Mamerto para que nos salga en verso…” y así salió el artículo. Desde ese momento los excomunistas se refirieron a los camaradas como mamertos, reflejando con ello la sinrazón de sus confrontaciones internas.

¿Por qué es el mamertismo una maldición política? Toda palabra designa una manifestación de la fuerza de la conciencia que se vuelve concreta, perceptible, influyente. ¿Qué quiere decir mamerto?

Algún humorista decía que mamerto quiere decir ‘mamón.’ Otro comentarista político más letrado decía: Mamerto, del latín  ‘mamertus.’ Dícese de aquella persona que sin argumentos fuertes o justificados pretende convencer a sus interlocutores de una ideología que carece de fundamentos. Ejemplo: "El socialismo del siglo 21  es la solución a la nueva sociedad." Frase característica de Chávez. Otra definición: Persona generalmente lambona que está en contra de cualquier crítica al Presidente Santos, como Gabriel Silva Luján. Ejemplo: "Todos dejaron la discusión y el análisis porque el mamerto insistía en que Uribe es el culpable del diluvio universal y el Apocalipsis.” Cualidad intrínseca de muchos políticos que no habiendo realizado un gobierno productivo, o van cayendo en las encuestas, y tienen la oportunidad, la emprenden contra los gobiernos pasados: quejas contra Pastrana, Uribe.

Por otra parte, Enrique Santos, sin proponérselo, define el mamertismo así: “Nosotros pecamos de excesivos, lo reconozco. Éramos periodistas partidistas, no nos interesaba ser objetivos. Éramos militantes contra el sistema. Muchas veces eso condujo a posiciones arbitrarias. Pero eso era parte del encanto de Alternativa. La gente sabía lo que iba a encontrar ahí. A veces, cuando repaso las colecciones, me quedo frío. Pero eso era lo que nos animaba. Éramos apasionados.”

Pero si hoy alguien es apasionado en política, como era Enrique de joven, entonces es un enemigo de la paz. Es decir, que solo los del grupo de Alternativa y sus equivalentes del 2014 tienen el derecho de que sus críticas sean encantadoras, dignas del nobel. ¡Qué narcisismo periodístico tan jodido el de estos mamertos!

Dice Enrique que “Hoy se necesita un periodismo crítico e independiente” para afrontar los diferentes problemas del país. Si se necesita es porque no existe, incluido El Tiempo, Semana, El Espectador, arrodillados al partidismo presidencial. En relación con lo anterior cito a Glen Greenwald, columnista de The Guardian quien habló con Snowden, sobre su papel, y el de la prensa en relación con el escándalo de las filtraciones. Dice: “La idea subyacente al “cuarto estado” es que quienes ejercen el poder en su grado máximo deben ser cuestionados por una oposición crítica y la insistencia en la transparencia; el cometido de la prensa consiste en rebatir las falsedades que el poder difunde invariablemente para protegerse.” Pero ¿qué pasa cuando la prensa, en este caso El Tiempo & Co., y el Presidente, hacen parte de la misma familia? ¿Es Roberto Pombo el hoy Director de El Tiempo, el mismo ‘revolucionario’ de Alternativa?

Escribe Alberto Donadío, El Espectador, en su columna “Rodear al gobierno” lo siguiente:

“Pombo es un tipo chirriadísimo, que sería muy aplaudido como presidente de una gran agencia de publicidad o de relaciones públicas, pero que no tiene talante para representar el cuarto poder. Es un conciliador nato, alérgico a la polémica.

“Cuando debería estar formulando preguntas incómodas al presidente, exalta “la reputación” de todos los candidatos presidenciales pues “tienen hojas de vidas respetables y cuentan con las condiciones de dirigir los destinos de la patria”.

“El obsecuente Roberto Pombo practica la lánguida herencia de su suegro y tío del presidente, Hernando Santos, que a lo largo de su vida como periodista y director de El Tiempo escribió un solo editorial ante todos los escándalos y ante todas las circunstancias que se registraron en distintos períodos de la vida nacional: rodear al Gobierno, rodear al presidente, rodear las instituciones, rodear al Ejército, rodear a las Fuerzas Armadas.

“Sí, esa visión pobre y simplista, sin matices, esa subordinación asordinada frente al turbayismo, frente al llerismo, frente al gavirismo, frente a todos los presidentes.”

¿Nos sorprende entonces la editorial contra Fernando Londoño, “A propósito de una columna”, contestada con la dignidad de la renuncia? ¿O el ‘eje mamerto’ El Tiempo – Semana – Radio y TV – Fiscalía? Esa es la maldición mamerta que el país no entiende.

Enrique Santos cree que Alternativa desempeñó un papel libertario en el periodismo. No lo creo. Él y su hermano practican el mismo apasionado partidismo periodístico, como lo admite, de hace 50 años que incendió al país, y que una vez incendiado el campo, se retiró a tomar whisky en sus clubes y hoteles de lujo, manteniéndose hoy con otros nombres y estructuras gramaticales. Y su papel de ser el influyente hermano para instaurar una paz soñada, no deja de ser una añoranza de juventud.

El partidismo periodístico del hermano mayor (hoy no hay confrontación ente liberales y conservadores, sino entre derechistas e izquierdistas, con periodistas en ambos bandos)  se lo heredó a Juanma, cuando le hacemos inventario de sus denuestos presidenciales: "Mano negra", "pajarracos", los que "viven de los muertos de la guerra", "buitres del miedo", los que "quieren continuar la guerra", los que "no quieren que a campesinos se les devuelvan las tierras", "enemigos de la paz", los que "quieren matar la esperanza de los colombianos", "tiburones", "vacas muertas" entorpeciendo el camino, "amantes de la guerra", "guerreristas", "neonazis", "fascistas", “furibistas,” etc., No es el ventrílocuo de JJ Rendón, es su propio talante que no puede esconder. Ese es el lenguaje sucio del estilista de las corbatas cuando uno toma nota y no ‘cree’ lo que dicen sus maquilladores de medios.

En cambio Juan Manuel Santos considera ‘insulto’ o ‘ataque’ el que públicamente se le cuestione por sus políticas desacertadas o falta de acción: ¿Por qué se ha triplicado la extorsión? ¿Por qué las Farc extorsionan a todos los ganaderos del Caquetá y en Arauca los ciudadanos cruzan a Venezuela a pagar extorsión a Farc y ELN y el gobierno no hace nada? ¿Por qué no se ha cumplido meta de producción de petróleo por voladuras al oleoducto, con consecuencias para el país y eso no se menciona en La Habana? ¿Por qué anunció que capturarían al terrorista Fabián Ramírez y lo sacó a Cuba? ¿Por qué la drogadicción avanza y no la enfrenta? ¿Por qué propone legalización cuando Colombia tiene leyes razonables? Etc.

Santos quiere que practiquemos el silencio de las víctimas mientras el balbucea las incertidumbres de la paz. Ese es el lenguaje de la familia presidencial cuya política es el método de desatar con la lengua el nudo político con las Farc que no ha podido deshacer con los hechos comprobados, ni las promesas poco creíbles, pretendiendo que no nos demos cuenta.

Cuando no tenemos las garantías de la razón, solo queda la civilidad, la elocuencia del silencio o la calle.

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