Y no asistí

El cuatro de este mes, el pasado lunes, se cumplieron 25 años de la promulgación de la Constitución de Colombia. Una Constitución participativa, extensa pero ajustada a la realidad de los años noventa, en la que participamos colombianos de todas las regiones, partidos políticos, grupos sociales y hasta guerrilleros que entregaron las armas. No era fácil interactuar con ellos pero se pudo y ellos, los guerrilleros, se sometieron a votación popular y a las normas vigentes.

Me invitaron como constituyente que fui. Acepté la invitación con complacencia para encontrarme con mis compañeros de cinco meses de jornadas fatigantes, de almuerzo y comida en el pupitre, de trabajo de ocho de la mañana a altas horas de la noche. Me parecía que debía estar allí para recordar situaciones difíciles, como también momentos de alegrías. Pensé en todo eso hasta cuando supe que asistiría el presidente Santos o, mejor, Juanpa (como le gusta que le digamos). Pensé entonces: asistir a la celebración de los veinticinco años de una Constitución que el personaje ha violado muchas veces para complacer a sus nuevos amigos, estar al lado de quien prefiere acabar con la norma de normas para conseguir un ambicionado premio internacional, compartir con quien entrega la patria a los peores enemigos de ella, a los mayores productores de la droga maldita que envenena a la juventud del mundo, a quienes han secuestrado, han masacrado al pueblo, han destruido pueblos enteros sin que ellos, los beneficiarios de la entrega, hagan ningún esfuerzo ni muestra de contraprestación, eso no me lo permite mi conciencia. Por eso no fui.

No asistí, a pesar de que la reunión era en la Casa de la Convención de Rionegro, ciudad en la que vivo desde cuando mi familia y yo fuimos desplazados de Medellín con un carrobomba. Ciudad que quiero tanto como a mi ciudad natal, Medellín, y a la de mis mayores, Santa Fe de Antioquia.

He dicho que no asistí para no celebrar el aniversario de la expedición de la Carta Magna al lado de quien la ha violado. Viola el artículo 374 de la Constitución que dice: “La Constitución política podrá ser reformada por el Congreso, por una Asamblea Constituyente o por el pueblo mediante referendo”. Él la pretende reformar por un plebiscito que no está considerado para tales efectos. Viola el artículo 375 cuando presiona al Congreso de bolsillo para que introduzcan en un acto legislativo unos temas nuevos cuando la discusión ya va por el sexto debate y solo faltan dos para quedar aprobado. El artículo dice en el segundo inciso: “El trámite del proyecto tendrá lugar en dos períodos ordinarios consecutivos: Aprobado en el primero de ellos por la mayoría de los asistentes, el proyecto será publicado por el Gobierno. En el segundo período la aprobación requerirá el voto de la mayoría de los miembros de cada Cámara”.

El tercer inciso, el que prohíbe lo que se hizo, dice: “En este segundo período solo podrán debatirse iniciativas presentadas en el primero”.

Hay muchas otras violaciones a la Carta Magna que no enumero porque el espacio no me da para tanta vergüenza de colombiano equivocado al haber ayudado a la primera elección de un presidente entreguista.

Hay que seguir firmando los formularios de los inconformes.

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