¿Y si gana el “No”?

No tenemos fecha, pero Colombia bulle ya políticamente por el plebiscito para refrendar o envíar a la basura los acuerdos de La Habana entre el Gobierno de Santos y la narcoguerrilla. Hay que reconocerle al presidente que, al menos, ha tenido la gentileza de consultar al pueblo sobre una cuestión tan peliaguda. A tenor de los primeros sondeos, quizá se esté arrepintiendo ya.

En cualquier caso, y después de haberme leído ya calificar a las Farc como «narcoguerrilla», no quisiera que nadie piense que tengo claro si votaría «sí» o «no» al mal llamado acuerdo de paz en el hipotético caso de que pudiera hacerlo. Para empezar, calificar de esa manera a lo que debería ser la capitulación de los insurgentes contribuye a confundir al personal, pues genera la falsa idea de que hay dos bandos en conflicto. Y que yo sepa Colombia lleva siglos sin declararle la guerra a nadie. Cuestiones lingüísticas al margen, no seré yo quien les sugiera el sentido de su voto. Seguro que hay un buen puñado de motivos para refrendar los «acuerdos». Es probable que el abandono de las armas añada unas décimas al PIB e incluso que lleguen unos cuantos miles más de turistas al año. Y, por supuesto, Colombia merece vivir en paz. Pero no me gustaría que tras eslóganes manidos e irrefutables como ese, alguien pretenda esconder una cuestión que muchos colombianos no pasan por alto y que es necesario que Santos aclare: ¿Irán a la cárcel Timochenko e Ivan Márquez, ambos bajo orden de arresto de Interpol? ¿Serán condenados y encarcelados también Gómez, Catatumbo y Lascarro? La cuestión, para nada intrascendente, puede formularse incluso con mayor claridad: ¿Serán amnistiados estos líderes terroristas, responsables directos por rango armado y jerarquía política de decenas, por no decir centenares, de crímenes y delitos? Toda Colombia debería saber antes de ir a votar qué se hará con ellos. ¿Pisarán un tribunal? ¿Serán juzgados por la vía militar? ¿Se les aplicarán cargos de lesa humanidad o delitos de sedición? O, lo que es peor, serán juzgados por traidores a la patria. Es necesario aclarar estos y otros asuntos de calibre puesto que las Farc se alzaron en armas contra el Estado democrático colombiano y combatieron contra el Ejército colombiano siendo, que yo sepa, colombianos de origen y pasaporte. No pelearon contra una potencia invasora ni contra colonizadores españoles. Tampoco se alzaron en armas contra una dictadura o satrapía sino contra todos ustedes, colombianos de bien. Su objetivo no era liberar nada, pues Colombia lleva más de medio siglo rigiendo libre y democráticamente sus designios, sino imponer por la fuerza un sistema caduco y fracasado (ver Cuba) que ustedes no querían ver ni en pintura.

Una vez queden aclarados nítidamente estos puntos, si es que así sucede, podremos empezar a hablar. De lo contrario, Santos y los partidarios del «sí» a lo que sea y como sea venderán la idea de que votar «no» es apoyar la guerra, volver al conflicto y exterminar la paz. Ustedes mejor que nadie saben que ese planteamiento es una memez. Si las Farc se han sentado a negociar es simple y llanamente porque están acabadas. Lo escribí en estas páginas en 2010 en una columna titulada «¿Quién quiere ser guerrillero?»: «Puede que hace unas décadas ser guerrillero tuviera un halo misterioso y cierto caché intelectual. Eran los tiempos en que fotógrafos reconocidos se jugaban la vida por retratar a uno de esos jóvenes barbudos de boina calada y puro en boca. Puede incluso que andar por ahí vestido con uniformes andrajosos despertara la libido a alguna jovencita contestataria. Pero hoy en día sueltas por ahí a una chica que eres guerrillero y te toma por un pringado, por un tonto del haba, por un vago, vaya. Desde que llegaron las discotecas, los conciertos masivos y la liberación sexual, las cosas no hicieron sino empeorar para las Farc. Luego cayó el muro de Berlín y el sustento ideológico se fue al garete […] Los jóvenes colombianos ya no quieren alistarse porque, además, el terrorismo está mal visto y, al fin, eso es a lo que se dedican las Farc. Los chavales prefieren prosperar trabajando duro en lo que salga o hincando codos en la Universidad en lugar de pasarse el día calados, huyendo sin rumbo alguno». ¿Qué pasará pues si gana el «no»? Nada, porque no hay futuro en la guerrilla, amigos bandoleros.

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