“Yo lo pensaría dos veces”, una frase que le puede salir cara a Santos

El hecho de que el presidente se reserve de forma discrecional la posibilidad de actuar contra Timocheno, jefe de las Farc, afecta su campaña y lo tiene viviendo su propia semana de pasión.

Las declaraciones del presidente-candidato, Juan Manuel Santos, a La FM Radio, en el sentido de que el Gobierno sabe “más o menos” donde está el máximo comandante de las Farc, Rodrigo Londoño Echeverri, alias ‘Timochenko’, pero que a estas alturas del proceso de paz “lo pensaría dos veces” antes de ordenar darle de baja por parte del Ejército y la Policía que lo persiguen, causaron, como era de esperarse, revuelo nacional y lo tienen viviendo su propia ‘semana de pasión’ por cuenta de los duros cuestionamiento de sus contradictores políticos, quienes no han dejado de dispararle munición gruesa en sus críticas.

El candidato presidencial por el Centro Democrático, Óscar Iván Zuluaga, declaró de forma categórica que “un presidente que piensa dos veces en capturar al máximo jefe del terrorismo y el narcotráfico no puede reelegirse”. Los expresidentes Álvaro Uribe y Andrés Pastrana también terciaron en el asunto. Mientras el primero sostuvo que mientras las Farc asesinan policías y soldados, el presidente está pensando en perdonarlos, el segundo dejó abierta la posibilidad de una negociación a espaldas de los colombianos. Y hasta el director de la Policía, general Rodolfo Palomino, subalterno de Santos, afirmó que, “si yo encuentro a ‘Timochenko’, lo capturo”.

Las Farc, por su parte, que se supone que recibirían positivamente el ramo de olivo lanzado por Santos, respondieron desde La Habana con dos piedras en las manos: “Un verdadero compromiso con la paz consiste en impulsar con actitudes y hechos ciertos cambios profundos que permitan la reconciliación, sin actuar como perdonavidas”, dicen en un comunicado que leyó alias Iván Márquez desde La Habana, poco antes de concluir el vigésimo tercer ciclo de conversaciones, sobre el tema del drogas y narcotráfico, en el que no hubo avances.

El mensaje de Santos –con cierto tufillo chantajista– en el sentido de que “más o menos sabemos dónde se encuentra Timochenko”, tampoco surtió el efecto esperado en las huestes del presidente-candidato, en el sentido de que las Farc podrían premiar la “benevolencia” del Jefe del Estado y con ello agilizar el paso de los diálogos en La Habana. A juzgar por la casi inmediata respuesta de Márquez, más que un tiro al aire, lo que hizo Santos fue pegarse un tiro en un pie.

Que Santos diga públicamente que antes de proceder contra el jefe máximo de las Farc, organización guerrillera que ha asesinado a 15 policías en lo que va del año, “lo pensaría dos veces”, lo hizo quedar mal con todos y bien con ninguno. Pero –sobre todo– dejó en evidencia que el Gobierno no le ha dicho al país cuáles son los términos reales de la negociación de La Habana, puesto que las palabras del presidente indicarían –ni más ni menos– que en Colombia hay un cese unilateral del fuego, ya que el Gobierno no estaría procediendo contra los jefes de las Farc, como es su obligación.

En efecto, la información que tienen los colombianos se relaciona con el hecho de que la negociación con las Farc se realizaría en medio del conflicto armado, que es, además, una de las razones que argumentan las Farc para justificar el asesinato de policías y militares.

Pero, además, las declaraciones de Santos tienen un efecto desmoralizador en las tropas –de las cuales es el Comandante Supremo– cuyos integrantes a diario exponen su vida combatiendo a las Farc, puesto que hasta que no se firme la paz y la misma sea refrendada por los colombianos, ese grupo guerrillero sigue siendo un enemigo a combatir por parte de las Fuerzas Militares y de Policía.

No hacerlo tiene implicaciones penales, por todos los delitos de omisión en los que pueden incurrir, sin olvidar el de cobardía, que es delito típicamente militar.

Oficiales del Ejército y la Policía retirados con los que hablé sobre las consecuencias de las palabras de Santos coincidieron en afirmar que ese tipo declaraciones, sin duda, afecta la capacidad de lucha de quienes combaten a un enemigo que procede contra ellos de forma vil y cobarde, como ocurrió con el mayor de la Policía, Germán Méndez Pabón y el patrullero, Edilberto Múñoz Ortis, quienes fueron secuestrados, amarrados a un árbol y asesinados a golpes y armas blancas por las Farc en Tumaco, Nariño.

¿Tiro al aire o tiro en el pie?

En una campaña presidencial a los candidatos que van de últimos en las encuestas se les aconseja que hablen mucho y a los que van de primero que hablen poco. O que no hablen. Ello para tratar de evitar que cualquier declaración imprudente o ligera termine costando algunos puntos vitales en los sondeos. Pues bien, parece que llegó la hora de que los asesores de Santos le digan que ya está bueno de declaraciones en vivo –sobre todo las radiales– que lo dejan expuesto a afirmaciones impulsivas que tienen un enorme costo político, lo que en una campaña como la actual en la que lo único seguro es que habrá segunda vuelta –cuyos resultados son impredecibles– podría comprometer, incluso, su segundo mandato. Su condición de candidato presidencial no lo libera de cumplir con sus obligaciones constitucionales como Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas. Por ello su responsabilidad es garantizar la integridad y la vida de todos los colombianos. Una cosa es su voluntad de paz, plausible, sin duda, pero otra distinta es el cumplimiento de sus deberes como Jefe del Estado, uno de los cuales es combatir de forma implacable a las Farc, repudiadas por más del 90 por ciento de los colombianos.

La cínica respuesta de las Farc

Las declaraciones de Santos a La FM Radio, les permitieron a las Farc mostrarse, cínicamente, como comprometidas con “los cambios profundos que permitan la reconciliación”, que es lo que –según ellas– no hace el presidente-candidato. Que las Farc, que se niegan a reconocer que secuestran, asesinan, son narcotraficantes, siembran minas antipersonales y reclutan menores, hablen de reconciliación y de “verdaderos compromiso con la paz” en su respuesta a Santos, solo muestra el nivel de desconocimiento de la realidad nacional que tienen los jefes de esa organización guerrillera y la soberbia de sus comandantes. Para no hablar de la prepotencia que encierra el hecho de llamar “perdonavidas” a Santos. Pero las declaraciones de las Farc no se hubieran presentado si Santos no sale con las declaraciones destempladas, según las cuales, “lo pensaría dos veces antes de ordenar proceder contra Timochenko”, que –contrario a lo que piensa–, no es una opción, sino una obligación, al menos, hasta que la organización guerrillera bajo su mando deje de actuar al margen de la Ley, negocie la desmovilización de sus hombres y abandone sus prácticas criminales contra los colombianos.

Las Farc, ¿un asunto marginal?

Aunque para Santos la negociación de paz de La Habana es su principal bandera electoral, las encuestas muestran que el tema sigue muy distante del sentimiento de los votantes, quienes están más preocupados por otros asuntos, como la salud y la educación. Al insistir en el tema de la negociación –y traer a colación la suerte de Timochenko es interpretado así por los votantes– Santos está dejando puertas abiertas por las cuales pueden ingresar –y van ingresar– otros candidatos, como Enrique Peñalosa, quien asumió la educación como su bandera electoral. Podría estar ocurriendo que después de 16 años –cuatro de Andrés Pastrana, ocho de Uribe y cuatro de Santos– de encontrarse todos los días con las caras de los guerrilleros en las primeras páginas de revistas y periódicos, los titulares de los noticieros de radio, televisión y en los portales en Internet, los colombianos hayan decidido seguir adelante “con o sin las Farc”, hasta el punto de considerar la suerte de sus jefes como algo absolutamente marginal en términos electorales. Después de su evidente debilitamiento militar y de la pérdida de sus principales jefes –Marulanda, Cano, Jojoy, Raúl Reyes– a las Farc solo les queda la salida política y su desmovilización. De ahí la reflexión de buena parte del electorado –jóvenes casi todos– que tiene hoy otras prioridades y que piensa: “Yo sigo adelante con o sin Timochenko. Mis problemas son otros y tienen que ver son salud, empleo, educación”. Al meter todos los huevitos en la canasta de La Habana, Santos corre el riesgo de convertirse en un “rehén electoral del proceso”.

¿Qué deben hacer las Fuerzas Militares?

Las declaraciones de Santos causaron sorpresa y asombro en el estamento militar, pues es la primera vez que su Comandante Supremo afirma públicamente que “lo pensaría dos veces” antes de ordenar actuar contra su principal enemigo, mucho más si se tiene en cuenta que no están dadas las condiciones para tomar ese tipo de decisiones, así Santos haya dicho que “las condiciones son distintas”, pues estas solo cambian cuando quede en firme la paz con las Farc, antes no. Ni siquiera en tiempos de diálogos del Caguán, el Presidente de la República se atrevió a comportarse de forma discrecional a la hora de actuar contra los guerrilleros, puesto que en ese momento la directriz dada por Andrés Pastrana fue la de atacar a los subversivos que estuvieran por fuera de la llamada “zona de distensión”. En esta oportunidad esa figura no existe, todo lo contrario: hay una negociación en medio del conflicto con todo los riesgos que ello implica, como los enfrentamientos que producen bajas en las partes, como ha venido sucediendo. Otra cosa muy distinta es ordenar asesinar policías y soldados en estado de indefensión, como ocurrió con los policías de Tumaco, hechos que las Farc no solo reconocen, sino que justifican.

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