¿Qué pasa en Colombia?

Un sopor de difunto se siente en Colombia. La muerte del carácter, de la personalidad de un pueblo produce ese sopor, que mejor sería un soporífero, si no advirtiéramos un gallinazo que ronda en las nubes. No se trata de que la democracia esté amortajada. La democracia no nos puede convertir en zombis, silenciosos ciudadanos que solo hacemos ruido en elecciones, como si fuera el carnaval permitido. Nadie nos puede cambiar la sangre por horchata.

Un esfuerzo de las Fuerzas Militares, y por ende del Estado colombiano, ha sido la reducción de la guerrilla a unos límites geográficos, políticos y operativos que linda con su derrota, con su disolución. No significa que la guerrilla, sin embargo, no exista.

Ese esfuerzo ha tenido el acompañamiento moral de la gran mayoría de la ciudadanía, como se pudo constatar con las grandes e inéditas movilizaciones contra el secuestro. Millones de colombianos salimos a la calle contra un delito monstruoso, reiterado, y sus autores. Episodios como la muerte de ‘Reyes’ y el decomiso de sus computadores; la muerte de ‘Iván Ríos’ y el decomiso de sus computadores; la muerte del ‘Mono Jojoy’ y el decomiso de sus computadores; han sido actos de guerra contra quienes no han querido hacer la paz. Ni Uribe ni Santos han dicho que llevarán las armas hasta eliminar el último guerrillero. Solo que antes de que muera en combate el último subversivo, debe entregar su fusil voluntariamente y cobijarse dentro de las reglas de la desmovilización. Así de sencillo, pero así de contundente.

Los computadores de la guerrilla son un tesauro, caja fuerte de datos de inconmensurable valor político y militar. Desde el mismo momento de su aparición y develación, temblaron las caras de los partidarios de “todas las formas de lucha” y protestaron los gobiernos de países limítrofes que sentían exhibidos sus compromisos contra Colombia. Porque no otra cosa es lo descubierto.

Pero con el alma de los computadores sucedió algo no libremente debatido ante la opinión pública: la totalidad de su contenido no fue publicado. Solo ahora en Londres. Y veremos la respuesta interna. ¿Por qué? Por razones de estado quizás, como las siguientes: no se podía precipitar una confrontación militar con Chávez y Correa, pues el conflicto al interior de la república demanda la totalidad de la Fuerza Militar y las reglas de la guerra indican que no se deben abrir varios frentes a la vez. Mejor se le hacía conocer por la vía diplomática a los extranjeros implicados, para que morigeraran su hostilidad contra nosotros. Porque no había suficiente apoyo internacional en una coyuntura ventajosa para los marxo-populistas del Siglo XXI.

Los computadores develaron, además, los nombres y relaciones políticas del mamertismo nacional. Los nombres del partido y de las fichas que mueven en el sindicalismo, en las universidades y los “idiotas útiles” (como decía Lenin) que acampan en otros partidos, amén de las estructuras clandestinas del PCC3 que actúa en las ciudades. Ahora resulta que los magistrados de la Sala Penal de la Corte han declarado no válidas las pruebas basadas en los propios documentos de las Farc. Y los rastreadores de exculpaciones logran cancelar de un plumazo lo que al Ejército, la Armada, la Marina, la Aviación y la Policía les ha costado hombres, sudor, presupuesto y sacrificio. Y todos tan felices: de la frontera p’acá, de la frontera p’allá.

Jaime Jaramillo Panesso
ElMundo.com
Mayo 22 de 2011
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