El embeleco de la paz

Mientras tanto, se abusará de la espera para ambientar el tema de unas negociaciones de paz con las Farc, que no conducirán a la paz sino al fortalecimiento de la guerrilla.

En el año 2001, las Farc tuvieron la oportunidad de quedarse con el país —que no es lo mismo que hacer la paz— gracias a una constituyente que les ofreció Pastrana conformada en un 50% por guerrilleros de las Farc y el resto, por personalidades escogidas por el Gobierno en supuesta representación de todos los colombianos. El porqué no aceptaron esa ganga sigue siendo un misterio. Tal vez, la selva enloquece o, tal vez, no le veían final a la guerra porque, como decía ‘Jojoy’, luego vendría la confrontación con los gringos —por la droga—, y para esa no estaban preparados.

Diez años después, las Farc siguen en las mismas: ni están preparadas para negociar ni le ven un final a su guerra. Son el cartel de cocaína más grande del mundo, y su proyecto político se dirige, cada vez más, hacia la idea de convertir a Colombia en un verdadero narco-estado, que es la única vía por la que podrían financiar una guerra demencial de largo aliento sin depender del voluble apoyo exterior: apenas están por verse las consecuencias que les traerá el cáncer de Chávez.

Justamente, una negociación política con la guerrilla tendrá que incluir la entrega de cultivos, laboratorios y rutas, y no quedarse solo en lo que se le exige sin contraprestaciones como, por ejemplo, la liberación de secuestrados, el cese de actos violentos, el desminado, la desmovilización de niños combatientes, la entrega de armas y la reinserción a la vida civil. Entonces, hay que preguntarse si una guerrilla que hace una década tomó la decisión de mantenerse en el monte a pesar de que se le puso todo en bandeja de plata, va a negociar ahora en franca desventaja, abandonando la fuente —el narcotráfico— que le permite mantener su esencia terrorista. La respuesta es obvia.

El cuento de la paz es, claramente, un embeleco. Las Farc ganaron una batalla estratégica importantísima, como es la guerra jurídica. Con ello obligaron al Ejército a acuartelarse y no combatir, lo que les ha permitido recuperar buena parte del terreno perdido en departamentos como el Cauca, cosa que se replicará pronto en otras áreas del país mientras el Gobierno se preocupa más por argumentar que es cuestión de percepción.

Y aunque se supone que objetivos de alto valor de las Farc han seguido siendo acosados por las FFAA, la manifiesta debilidad de la presente administración no va a sobrevivir al manoseo de diversas ‘fuerzas vivas’ que le están haciendo la vuelta a la subversión. La ex senadora Córdoba puso en marcha un nuevo show con una campaña de expectativa que, como ha ocurrido, consistirá en prometer prontas liberaciones que tardarán largos meses o que se materializarán solo cuando sean de utilidad para el grupo guerrillero.

Mientras tanto, se abusará de la espera para ambientar el tema de unas negociaciones de paz con las Farc, que no conducirán a la paz sino al fortalecimiento de la guerrilla. Piedad Córdoba lo dejó muy claro: “Exigimos que en cumplimiento de la palabra del Presidente, de que una vez se cumplan las condiciones exigidas para comenzar un diálogo, se comience”. Pero lo que el presidente Santos ha pedido para iniciar diálogos no son solo las liberaciones sino muchas otras exigencias como las mencionadas atrás.
Lamentablemente, este debe ser el único país del mundo donde una persona con nexos evidentes con un grupo criminal se da el lujo de tratar de imponer una agenda que solo busca beneficiar a los terroristas mediante un vil acto de chantaje al que el Gobierno parece querer doblegarse, anestesiado por los goles de la Selección y de las encuestas.

Saúl Hernández Bolívar

El Mundo, julio 18 de 2011

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