Pseudología fantástica

El síndrome 'pseudología fantástica' (mitomanía) no es curable. ¿Cómo tratar clínicamente -pregunta López Gijón- la mentira patológica, la continua fabricación de falsedades groseras, la caterva de fantasías inciertas, el engaño complejo sistemático -diferente a la mentira ordinaria-? Según los psicólogos (¡ojo, investigadores judiciales!), el proceso mendaz se vuelve inconsciente y el sujeto se cree sus afirmaciones cada vez más fantásticas. Es trastorno de personalidad narcisista o histriónico, un mecanismo de reducción de la ansiedad por algo de lo que el enfermo no se siente orgulloso. Ante una realidad demasiado anodina y dolorosa de soportar, el paciente miente para obtener atención y ventajas materiales y sociales. Parece que el mentiroso patológico suele ser inteligente y educado.

La semana pasada tuve interesante rifirrafe en Twitter. La revista digital Kien&Ke publicó una semblanza titulada 'El papá llanero de Daniel Coronell'. El antetítulo contradecía su biografía 'oficial': "El padre de Coronell ni es judío ni acaudalado ni poderoso, es llanero". "Pocos saben -decía K&K-, quién es Coronel Mancipe (el papá), así, con una sola L al final del apellido". El cronista, sin pereza, develó el misterio: "Es más llanero que el río Cravo. Nació (…) en 1940 en Tame (Arauca). Sus papás (los abuelos de don Daniel) también nacieron en ese departamento".

¡Sorpresa! Daniel, quien llegó a ser presidente de la comunidad judía de Colombia, informaba que su judaísmo era raizal; que su padre y su tío llegaron de Yugoslavia en brazos de los abuelos, perseguidos por la horda nazi; hacía pensar que su ADN no tenía espirales sino estrellas de David. Como comprobarán en este perfil http://bit.ly/ihhyJZ, Coronel magnifica la aventura de sus abuelos con detalles asombrosos sobre la visa de su padre (ilustre 'profesor, escritor y embajador'), a quien sus descomedidos paisanos llaman Biyiyo a secas.

Como casi todos los mortales tendemos a creerle a la gente (excepción hecha de Coronel), nadie averiguó por tales orígenes cuasi épicos. Pero -según Kien&Ke- son más falsos que una moneda de cuero. Hacer yo esa observación en Twitter fue lo que alebrestó a Coronel, a sus áulicos y a sus validos. Movió fichas, hizo presiones y… en el artículo en Kien&Ke desapareció al minuto el antetítulo; y la doble L campeó por toda la página.

¿Por qué, se preguntarán, darle trascendencia a ese embuchado? ¡Allá él y su mitomanía!, dirán. ¡No! Él se encumbró con mentiras sobre sí y maltrata a los demás con el mismo recurso. Eso, que conlleva una injusticia infinita, daña, además, la confianza pública, máxime que el sujeto tiene una inteligencia y malicia del tamaño de la de Tartufo. Al urdir la trama narrada, no dejó cabo suelto. ¿Por qué mencionó Yugoslavia como cuna, no a Alemania, Austria o Polonia? Para evitar tener que construir engorrosas invenciones sobre ancestros. Yugoslavia no existe y, en el fondo, nunca existió. Por eso, a cualquier metiche lo pudo despachar con que su familia procedía, por ejemplo, de Metohija, una de las cinco repúblicas y de las varias regiones autónomas de la efímera Yugoslavia. La doble L también fue un ardid efectivo. Con ese leve cambio creó una zona gris para que los curiosos eskenazis piensen que es sefaradí, y estos, que es eskenazi.

Más fácil cae un mentiroso que un cojo. El inconsciente le jugó una mala pasada y terminó delatando sus móviles en una de sus columnas contra el periodista y político William Vinasco. Este solicitó ingreso al Carmel Club, fundado por la comunidad judía. Coronel descalificó ese deseo como "necesidad de aceptación social". ¿Cómo calificará entonces una tramoya que, para poder ser coronada, supuso someterse a una circuncisión?

José Obdulio Gaviria

Eltiempo.com

Julio 6 de 2011

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