Fácil es explotar los atentados en Noruega

 

La dirección de El Tiempo, de Bogotá, debería ser más prudente al encargar la redacción de ciertos editoriales. El de ayer, dedicado a la matanza en Oslo y en la isla de Utoya, en Noruega, redactado no se sabe por quién, no es un modelo de equilibrio.

El autor de ese editorial asegura que Anders Behring Breivik es un “cristiano” que milita en lo que el editorial llama la “fachosfera”. El editorialista se apresura al hacer tal caracterización, al mismo tiempo que oculta un hecho importante: que Breivik es, o se hace pasar, por un francmasón, lo cual contradice a quienes se empeñan en ver en ese individuo un fanático “cristiano”.

Ese olvido de El Tiempo llama la atención. Por otra parte, el editorialista cree saber más que la policía y los jueces noruegos. Estos investigan no sólo lo que ocurrió el trágico 22 de julio pasado. Buscan saber quién es realmente Breivik, y si hubo otras personas o grupos precisos involucrados en la concepción y realización de los dos horribles atentados. Anticipándose a todo, El Tiempo descarta (no se sabe por qué) la hipótesis de que se trata de un demente (como dijo su abogado) o de un iluminado sin vínculos con “grupos sociales”. El Tiempo pretende saber que se trata, por el contrario, de un hombre conectado a una “corriente extremista de odio que recorre Europa y otros países”. ¿Cómo puede lanzar tal cosa si la investigación apenas ha comenzado y si los textos de ese individuo parecen destinados a borrar todas las pistas?

Si el editorialista de El Tiempo se hubiera documentado mejor habría observado que los periódicos más serios del mundo abordan esa problemática con gran cautela pues los elementos de juicio disponibles hasta hoy son insuficientes y muy contradictorios, sobre todo cuando se trata de precisar quién es Breivik y que buscó éste con ese acto de barbarie.

Sorprende también la forma como el editorialista pretende confundir en un mismo esquema a partidos de derecha con formaciones extremistas y antisemitas, al acusar al Partido del Progreso de Noruega y al mismo Tea Party de Estados Unidos de ser incitadores del doble atentado. Tal identificación asombrosa es digna de un pasquín mamerto y no del primer diario colombiano.

Parece que el editorialista se dejó llevar de las barbas por las chapucerías con las que la izquierda, más adicta a la teoría de la amalgama que al respeto de los hechos, trata de aprovechar esa tragedia para enlodar a los partidos liberal-conservadores del Viejo Continente y de Estados Unidos, atribuyéndoles la autoría intelectual (lejana o próxima) de lo ocurrido en Noruega. Por ejemplo, la palabra “fachosfera” empleada por el editorial de El Tiempo, parece tomada de un artículo del 28 de julio de la revista parisina Le Nouvel Observateur que ve las cosas como el citado editorial y acude cuatro veces a ese neologismo.

Pero ese semanario socialista tuvo, al menos, la decencia de incluir una entrevista con el politólogo Dominique Reynié, quien logra poner las cosas en perspectiva y huir de la burda propaganda. Reynié dice, en efecto, que Breivik es un “fanático sin verdadera cultura política”, que sus referencias “son más iconográficas que históricas”, que aunque es un “militante radical vagamente inspirado por la revolución conservadora” es “más un adepto de World of Warcraft que de Leo Strauss”.

El profesor Reynié también recusa el supuesto “cristianismo” del terrorista noruego al decir que aunque éste se presenta como un “cruzado”, y evoca a los Templarios, no se encuentra en los textos de éste “ningún corpus teológico, ninguna referencia doctrinal a los Evangelios o al creacionismo que permita clasificarlo entre los fundamentalistas cristianos”.

Dominique Reynié trata incluso de dar una explicación racional a las explosiones de odio de ciertas sociedades europeas, sobre todo aquellas culturalmente más homogéneas, como Noruega. Tales sociedades, y otras como Italia, España y Hungría, viven, según él, un “proceso de recomposición etnocultural” creado por un “déficit demográfico” que está siendo llenado por una inmigración “principalmente de países musulmanes”. En lugar de negar la realidad, Reynié la asume como un “problema inédito” y augura nuevas “reacciones de extrema brutalidad” si los Estados europeos no estudian ese fenómeno para proponer salidas que impidan la ampliación de la violencia.

Es posible que el editorialista de El Tiempo haya leído el llamado a la prudencia de Reynié pero dejó eso de lado para redactar, por el contrario, un texto que busca, de manera inadmisible, culpabilizar por lo ocurrido en Oslo a los partidos de centro y de derecha en Europa, y de paso a los de Colombia, en momentos en que la crisis económica en Grecia, Portugal y España muestra que hubo un execrable modelo social que los llevó a todos a la ruina.

Eduardo Mackenzie

Debate Nacional

Agosto 2 de 2011

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