Constituyente, ya

"La situación de la justicia en Colombia es un verdadero desastre. Hoy a las cortes se les endilgan los mismos vicios del Congreso de 1990."

Las cortes no quieren soltar sus privilegios.

¿Alguien imaginaría unos titulares como estos: 'congresistas denuncian complot para enlodar al legislativo' o 'el general X denuncia complot para enlodar a las fuerzas armadas'? Imposible, porque tales titulares son "políticamente incorrectos". Este, en cambio, no escandalizó a nadie: 'Cortes denuncian complot contra la justicia'.

    En 1990, la justificación para convocar una Constituyente fue la imposibilidad de que el Congreso se autorreformara. Miles de voces denostaban del turismo parlamentario; el clientelismo producía largos 'roscogramas'; los congresistas nombraban a la esposa de otro congresista, quien le retribuía el 'favor' nombrando a un pariente o un valido de su colega; se creó un sistema pensional ruinoso para el Estado, que permitía que un congresista diera una 'palomita' de días a sus suplentes, para, oh sorpresa, ver al otro día al anónimo 'excongresista' disfrutar de una suculenta pensión de jubilación. Cada proyecto de ley, se presumía, conllevaba un interés oculto e ilegítimo… En fin, hasta 1991, el trompo miletero en cualquier debate político en Colombia fueron los congresistas. Dizque para ponerlos en cintura fue por lo que se convocó una constituyente en 1990 con potestad, incluso, de revocarles el mandato.

    La verdad es que la situación de la justicia en Colombia es un verdadero desastre. Su politización -consecuencia natural de los poderes electorales y administrativos que le otorgó la Constitución de 1991- es para asombrarse. Y, claro, como la Constitución otorgó a las cortes semejante poder político, esas cortes, ipso facto, pasaron a ser apetitoso botín político y burocrático. Son numerosos los casos de magistrados que recibieron su toga como premio de consolación luego de perder las elecciones para el Congreso, para una alcaldía o una gobernación. Y, claro, es también corriente que magistrados con semejante hoja de vida sigan cultivando sus feudos electorales mientras están en funciones judiciales. Al terminar su período de ocho años, o al llegar a la edad de retiro forzoso, los exmagistrados buscan nuevamente la curul, la alcaldía, las gobernaciones y hasta la presidencia. ¿Consecuencias? Hoy, a las cortes se les endilgan los mismos vicios del Congreso de 1990: construcción de un 'roscograma' infinito; dan palomas 'magistratarias' para que sus amigos se jubilen; pelean aumentos presupuestales para poder nombrar y renombrar burocracia; hacen turismo judicial y son los reyes del du ut des burocrático, porque nombran fiscal (si les da la gana) y nominan procurador y contralor. Su lógica en las sentencias, además, es que los errores de soldados o de enemigos políticos suyos deben ser tratados como crímenes, mientras que sus crímenes (asociación con Sale, prevaricato en no elección y luego elección viciada de una fiscal) deberán ser catalogados como "errores de buena fe".

    Poco se ha teorizado -o al menos especulado- sobre por qué hoy se asocia a muchos magistrados con criminales como Sale y Mancuso, con 'relacionistas' como Asensio Reyes o con Macaco como gestor de posibles negociaciones para elegir fiscal. ¿Cómo se convirtieron las cortes en hoz que corta cabezas gubernamentales y en martillo que clava en la cruz a quienes piensen diferente a ellas? Todo el andamiaje constitucional conspira para que eso suceda. Los magistrados no quieren llevar la vida de ascetas que es lo que corresponde a su función, sino pertenecer al jet set, a la manera de su colega español Baltasar Garzón. Definitivamente no quisieran alejarse de los reflectores y los micrófonos.

    Las cortes no quieren soltar sus privilegios. Saben cómo matar cualquier iniciativa de reforma. Les basta amenazar con citar a un parlamentario para 'empanicarlos' a todos. Por eso, la única vía práctica para meterle el diente a nuestra justicia es la de convocar una Constituyente.

Artículo de José Obdulio Gaviria
Publicado en El Tiempo, 13/03/2012 

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