De metidas de pata y materias aledañas

Como vienen mal las encuestas para el jefe, la señora Ministra de Relaciones Exteriores recibió orden de salir al quite, como los banderilleros cuando el matador tropieza. La orden era convertir en gran triunfo el inocultable y rotundo fracaso de la Cumbre de las Américas y hacer méritos adicionales sobre el gran activo que cree tener el Gobierno, el de la política exterior del país. Y ahí fue Troya.

La Ministra lo hace mucho mejor callada. Pero cumplió la orden y trató de explicar el fracaso de la Cumbre, empezando por acusar de ignorantes a cuantos no eran capaces de advertir las maravillas de aquella costosa reunión. Y tiene en eso razón la linda señora Holguín. Porque todos ignoramos a cuáles horas y cómo fue triunfo aquel lamentable esperpento. No vinieron los amigos del alma, no llegó a discutirse el temario para el que la Cumbre fue convocada y todos los mandatarios salieron mohínos, desconcertados o enfurecidos. Le fue mejor que a los demás a Obama, que se acordará de su paso por Cartagena como de la peor pesadilla. Cómo sería la cosa.

Pero ya en el punto de recibir preguntas, le llegaron algunas inevitables: ¿cuánto costó aquel inútil desfile de modas? La Ministra no lo sabía y a estas horas tampoco lo sabe, y si lo sabe es mejor que no lo cuente. Porque hablando de boato y despilfarros, allá se batieron todas las marcas.

Algún indiscreto le preguntó por la escandalosa conducta de los celosos vigilantes del Presidente de los Estados Unidos. Y aquí se lució la Ministra, cuando sentenció que donde hay un hombre, hay prostitución. Hay cosas que no se piensan y si se piensan, en ningún caso se dicen. La opinión que la Canciller de Colombia tiene del sexo masculino entero nos interesa poco. Pero en cuanto a metidas de pata, esta era campeona.

Pero no por mucho rato. Porque enseguida fue interrogada sobre el pleito que Colombia tiene con Nicaragua desde hace más de diez años, y en el que nos jugamos una parte importantísima de nuestra riqueza marítima. Y en la respuesta, la doctora Holguín dejó atrás su capacidad para decir tonterías costosas. La superó con creces.

Para nuestra Canciller, los Magistrados de la Corte Internacional de Justicia no fallan como jueces rectos y sabios, aplicando el Derecho y dándole a cada uno lo que le pertenece, sino que dictan sentencias salomónicas, de aquellas que parten por dos una criatura para averiguar a qué madre le pertenece. Y no contenta con el hallazgo, agregó que debíamos esperar, cuando menos, que en la sentencia nos quitaran un ‘pedacito’ de lo nuestro. Nicaragua quedó en la gloria y nosotros, los colombianos en el infierno.

El que no aspira a vencer, ya está vencido. Y si nadie menos que la Ministra de Relaciones Exteriores de una de las partes considera que puede asistirle algo de razón, pero no toda, ya dejó abierto el espacio para el desastre. Si Nicaragua usa bien semejante ventaja, y no hay razón para suponer que lo hará mal, las declaraciones calculadas para levantar en las encuestas al doctor Santos serán las más costosas que en Colombia se hayan dado.

Por supuesto que al señor presidente Santos no le merecen una palabra las de su Canciller. Por supuesto que da por bien hecho y dicho cuanto a ella se le ocurra, pues no en vano es su Ministra estrella. Porque ella le abrió las puertas del corazón de Hugo Chávez, ese maravilloso amigo que tenemos. Ella le consiguió cariños de Rafael Correa, ese prócer de la democracia Latinoamericana. Ella logró que Evo Morales jugara fútbol en Cartagena, lo más grande que en esa ciudad ocurriera hasta hoy. Ella nos tiene un puesto en Unasur, que nadie sabe para qué cosa sirve. Si por equivocación perdemos el mar de San Andrés, poco importa. Por disfrutar de la deliciosa compañía de la Ministra, Santos daría mucho más que eso.

 

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