‘Sinchi’ y tartufo

'Sinchi' y sus amigos incrustados en los medios pensaban que todo el mundo se arredraría con sus 'investigaciones'

No muchos hombres han logrado introducir, con sus acciones o sus omisiones, una palabra nueva en el diccionario. Cantinflas, el cómico mexicano, por ejemplo, ya trasciende en la historia porque los académicos de la lengua aceptaron llamar "cantinflear" a la acción de "hablar (o actuar) de forma disparatada e incongruente y sin decir nada". Molière, dramaturgo francés, es uno de los pocos privilegiados que ha logrado "grabar en piedra" (para utilizar un giro muy en boga en Colombia) una palabra de su creación. Se trata del adjetivo y sustantivo tartufo, que quiere decir hombre hipócrita y falso.

Molière escribió su obra El Tartufo, o el impostor, en 1664 y ya en 1694 el diccionario francés LITRE incorporó esa acepción, como persona que finge o simula una devoción y una virtud profunda con intención de engañar y sacar provecho de los demás. Son características de un tartufo, la hipocresía, la ladina beatería, la torpeza, la mediocridad y la excesiva codicia.

'Sinchi', el personaje real, encarnado en la radio colombiana y que es idéntico al de ficción creado por Mario Vargas Llosa en La tía Julia y el escribidor, en asuntos éticos parece hermano gemelo de Tartufo.

'Sinchi' y sus amigos incrustados en los medios de comunicación pensaban que todo el mundo se arredraría con sus "investigaciones" periodísticas. Que bastaba que alguien supiera que le estaban averiguando -aunque fuera superficialmente- su vida, para que de inmediato tirara la toalla y se convirtiera en mansa ovejita dispuesta a actuar como su esclavo. Ese es el origen de muchos contratos millonarios, propiedad de emisoras y sinecuras familiares obtenidas por unos pocos periodistas capitalinos.

La banda de 'Sinchi' ha intentado entrar por los cuatro costados en la vida de Álvaro Uribe; ha escudriñado hasta sus suspiros y como nada ha encontrado (ni podía encontrar) distinto a trabajo, honradez y convicciones, optó por la calumnia. 'Sinchi' y su banda de "colombianos por la paz" dedicaron ocho meses a preparar con Salvatore Mancuso, el exjefe extraditado de los paramilitares, la versión de una inexistente e imposible reunión entre él (Mancuso) y el expresidente.

A nadie pudieron engañar.

Lo que pocos se habían preguntado es qué pasaría si se les daba de su propia medicina, es decir, si se inquiría por la vida de 'Sinchi' y su banda. Una somera revisión de los datos autobiográficos de uno de esos periodistas que pontifican sobre la decencia arrojó datos como que mentía hasta en la forma de escritura de su apellido, falseaba sus orígenes para ejercer el arribismo social y se hacía pasar por judío de origen yugoeslavo para facilitar el acceso a negocios con sus nuevos "hermanos" de religión. Se supo que el capital inicial de su empresa periodística era 'perafánico', 'villegalifrágilis' y 'cuestialidoso'. Ahí va un tartufo.

Como nadie ha hurgado en la vida de 'Sinchi' por temor a su micrófono viperino, poco se sabe de sus andanzas comerciales y sus amistades peligrosas. En los años ochenta, en Medellín, 'Sinchi' llevó a la junta del periódico que dirigía al contador y abogado de la mafia.

Indignados, varios socios prefirieron perder su inversión a tener que compartir directorio con un calanchín del cartel de Medellín. El pleito se dirimió con la lógica mafiosa: el personaje se hizo humo.

Varios meses después se supo que sus 'clientes' lo habían llamado a rendir cuentas y a cobrarle deudas. Cambiaron los kilos de oro que les quedaba a deber por gramos de plomo en la cabeza. Por una vez, 'Sinchi' fue leal: insertó nota laudatoria y sentido pésame para la familia de su amigo delincuente… Y se fue para Bogotá. Ahí va otro tartufo.

Miami, mayo de 2012

Artículo de José Obdulio Gaviria
Publicado en El Tiempo, 22/05/2012

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