MANO FIRME CORAZÓN GRANDE

Se le agotó al Consejo Nacional Electoral el arsenal de bajezas con que pretendió que sus partidos patrocinadores ganaran la contienda sin librarla. Exhausto de tanta villanía, aceptó el logo del partido que arrasará en las próximas elecciones del 9 de marzo y en la del 25 de mayo.

El nuevo símbolo es una pieza maestra de expresividad. Centro Democrático ya es señal conocida por la gran mayoría de los electores. Y vale por mucho. Es Centro, lejano a los radicalismos de izquierda y derecha que terminan por identificarse, como el marxismo es el mismo nazismo y el mismo fascismo con distinta careta. Y Democrático vale por cercano al pueblo, por nacido de la voz y la opinión de la gente,  que no solamente se convoca a la hora de las elecciones, más que nunca como ahora, sino que se la escucha, se la respeta y se la tiene en cuenta todos los días, como menos que nunca ocurre ahora.

Ese Centro Democrático se expresa en colores que nadie olvida, porque no viajan solos sino que forman unidad indestructible. Un azul purísimo, un amarillo vibrante y un rojo intenso como el corazón y la sangre que impulsan y nutren el Partido.

Como si faltara poco, una figura difuminada en un espacio inmenso, que cualquiera sabrá que es la de Uribe. Para rematar con la Mano Firme y el Corazón Grande, que fue como nos llevaron a las pasadas victorias y como nos gobernaron durante ocho felices años.

Cuánto falta una mano firme y transparente, no con el ademán de los demagogos embusteros, ni con el gesto incierto y avaricioso de los que la mueven nerviosamente para ocultar sus codicias y rapacerías. Es la mano que no tiembla a la hora del peligro o de los grandes compromisos o de las altas decisiones. Es la mano franca, que apunta donde debe, que muestra las cosas como son, las nobles para ensalzarlas, las ruines para contenerlas. Es la mano del que tiene palabra, del que conoce el camino y del que no renuncia a recorrerlo, por empinada que sea la cuesta que lleva.

Y el corazón grande es la cabal síntesis de un humanismo que se quiere sepultar. La solidaridad con el pobre, la pasión al servicio de las grandes obras y la voluntad indomable puesta al servicio de los mejores ideales. Una política que no estimule y premie el trabajo honrado, la capacidad de innovación, la fuerza para pensar y actuar en grande, es una política entumecida, contrahecha, miserable. Y una política que no piense siempre en los rezagados en la carrera por la vida, en los débiles, en los que no encuentran su destino o lo tienen todo adverso, es irracional, anticristiana y torpe.

El Centro Democrático del la Mano Firme y el Corazón Grande, le llega como agua fresca a un país que se calcina en medio de un desierto implacable. Aquí no hay esperanzas, porque no hay política, sino técnica del aprovechamiento, del manotazo cobarde, de la ambición personal sin límites. No hay puerto de llegada, porque nadie sabe para dónde vamos. No hay una propuesta, porque ya se hicieron y se burlaron impúdicamente todas. No hay Fe, porque no hay nada en que creer ni nadie en quién confiar.

¿Dónde perderse? Allá donde vean mi penacho negro estará lo peor de la batalla, dijo el gran rey. Allá donde oigan y vean un planteamiento serio, una voz clara, una posición erguida, allá están Uribe y su renovado escuadrón, limpio, juvenil y heroico.

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