Refugiados

No estamos muy bien si a unos pasajeros en tránsito, que salieron y no quieren ni pueden regresar a su país, que es Cuba, por las cosas que han dicho y el asilo que han pedido, se les niega la protección en calidad de refugiados.

Y peor estamos si el regateo por el refugio obedece al temor de molestar a los negociadores en el país cubano, donde están refugiados combatientes colombianos, a salvo de la justicia de nuestro país.

Aquí la ley no se respeta o se aplica con excesivo rigor. Figuras intermedias, de profunda sutileza jurídica, como podrían ser el abuso del derecho, la lesión enorme, el in dubio pro reo, el derecho de asilo o el amparo de refugio, son tenidas en menos. Lo que gusta y se lleva es la sanción draconiana o, en el otro extremo, la impunidad total, a título de justicia transicional.

La razón de no querer aterrizar en Cuba, dicho por uno de los pasajeros cubanos, es que su caso ya ha sonado internacionalmente y se les ha oído pedir el asilo, lo que en su país les daría la condición de contrarrevolucionarios. Y de ahí sigue la prisión política, que, por tratarse de una dictadura de izquierda, no se reprocha.

Todo lo está entregando el gobierno de Colombia en su desespero por la paz (enganchada, como dijo Enrique Santos, a la reelección de su hermano). Veamos: desiste de la extradición pedida del cantautor de las Farc y lo categoriza de negociador, para hacerlo inmune; tolera inexplicablemente que los negociadores habaneros festejen el triunfo de Nicaragua en la Corte de La Haya, lo que demostraría que no se está negociando con colombianos, y en el asunto de los retenidos de El Dorado, se les empapela el refugio y por ende el asilo, porque siendo pasajeros en tránsito dizque no han entrado al país, y todo ello por el temor vacuo de dañar las negociaciones de paz, que se llevan a cabo en la “república” de Cuba.

Está muy bien la paz, esto por un lado, pero también la autonomía del país, por el otro. Así como se tolera que la guerra continúe en medio de las conversaciones, pues que también continúe el país, en sus determinaciones autónomas. Sin embargo, no hay que olvidar la tenue y despistada Cancillería que acompaña al presidente Santos, quien es buen economista, mañoso político, pero por igual desacertado internacionalista.

El tema del asilo y del refugio no es de poco peso jurídico y político. Implica tolerancia, humanismo, consideración profunda y conocimiento del derecho, al punto de tener la libertad moral de excusarlo, cuando se ejerce en demasía, con aquella justicia suma que es la máxima injusticia. Posiblemente al alero de estas figuras se acojan personajes de dudosa rectitud, como seguramente otros pulcros e inocentes. Por estos, y en general por sentido humano, deben respetarse las categorías de favorecimiento respaldadas por el derecho de gentes y consagradas en acuerdos multilaterales.

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