Desangre en Venezuela

¿TERMINARÁN VARIOS REGÍMENES autocráticos y populistas ahora que han caído los precios de muchos productos básicos y alimentos, como el petróleo o los cereales? Según varios analistas, la caída de los precios de estos productos hará imposible mantener un nivel de gasto en países como Venezuela y Argentina, y los graves problemas que enfrentan los gobiernos de Maduro y de Fernández parecerían confirmar esta tesis.

Infortunadamente, en el caso de Venezuela, creo que el régimen chavista se sustenta en causas más estructurales. Por varias razones. Primero, porque la historia nos demuestra una precaria tradición de democracia. Durante más de un siglo, después de la Independencia, prevalecieron en América Latina gobiernos autocráticos, caudillos o dictaduras militares, con la honrosa excepción de muy pocos países, como Colombia y Chile. El régimen de Chávez, hoy en manos de Maduro, es personalista, sin base institucional y, en un empaque diferente, continúa la misma tradición de Cipriano Castro, Juan Vicente Gómez o Pérez Jiménez. Segundo, por el aislamiento del mundo, por la omnipresencia del Estado y el control del gobierno de los recursos naturales, en muchos países no se consolidó la plétora de organizaciones privadas que se conoce como la sociedad civil.

En particular, no se consolidó el empresario capitalista que toma y asume riesgos, sino el negociante rentista del Estado, particularmente en países con grandes recursos naturales en manos del Estado, como Venezuela. Para nadie es un misterio que un grupo importante de empresarios, que se enriqueció con contratos y prebendas en los gobiernos de Jaime Lusinchi, Rafael Caldera o Carlos Andrés Pérez, también lo hizo con Chávez y lo sigue haciendo con Maduro. Tercero, durante las últimas tres décadas ha tendido a imponerse un concepto de democracia que se parece a la democracia plebiscitaria del segundo imperio francés, y muy poco a la democracia liberal, que argumenta que se debe gobernar con límites, tanto en el espacio como en el tiempo, exige la separación y la independencia de los poderes Legislativo, Judicial, electoral y los organismos de control, y, además, requiere la independencia de los medios de comunicación.

Cuarto, a diferencia de los caudillos y dictadores anteriores a los gobiernos del Acuerdo de Punto Fijo, que eran nacionalistas, Chávez y Maduro han entregado los sistemas de inteligencia y de inmigración, las notarías y parte de las fuerzas armadas al control y manejo directo del gobierno de Cuba. Este es un hecho nuevo e insólito de renuncia a la soberanía, jamás visto en América Latina. Quinto, en los países en los que están en peligro la democracia y la libertad, ha estado ausente la solidaridad regional con los demócratas de ese país. Para el caso de Venezuela, si bien los presidentes Santos y Piñera han pedido el diálogo y el respeto a la oposición, ha sido notorio el silencio de otros gobiernos. En particular, ha sido vergonzosa la inoperancia y el silencio de la OEA.

Ha callado frente a las irregularidades del sistema electoral, la nula independencia de la justicia y los organismos de control, el cierre de los medios de comunicación, la censura de la prensa y de la televisión, la expulsión de los medios extranjeros y la arbitraria detención de los líderes de la oposición. Ahora Maduro amenaza veladamente a Colombia con descarrilar el proceso de paz de La Habana si mostramos solidaridad con los demócratas de ese país. Colombia no puede aceptar semejante chantaje.

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