El bolivarianismo

El “castrochavismo” sí existe y no es una invención de la derecha colombiana para sabotear el proceso de paz, aunque tal vez ese no sea el mejor nombre para designarlo. Llamémoslo “bolivarianismo”, como a Hugo Chávez le hubiera gustado, e intentemos identificar sus características principales.

Refundado en Venezuela por Chávez, el bolivarianismo está inspirado, supuestamente, en las ideas políticas de Simón Bolívar. Pero, en la práctica, el Libertador ha servido si acaso como imagen de la marca. El bolivarianismo en realidad es una mezcla de populismo peronista, socialismo castrista y culto estalinista a la personalidad de Chávez, con componentes nacionalistas y de odio hacía los “enemigos de la patria”, sean estos internos o externos. En ese sentido, y contradictoriamente, pues se la pasa acusando de eso a sus enemigos, es lo más parecido que ha habido entre nosotros a los movimientos fascistas europeos.

Los bolivarianos le temen a la crítica, por eso recurren a la represión para acallarla. En Venezuela se cierran medios opositores, se priva de papel a los periódicos y se censura el Internet. En Ecuador y Argentina se utilizan sutiles “leyes de medios” para restringir la libertad de expresión. En Cuba no hay prensa libre hace décadas.

En lo político, casi todos los líderes del eje bolivariano muestran poco respeto por la alternancia democrática. Chávez reinó durante 14 años, nombró a dedo a su sucesor y puso la Asamblea Nacional en manos de su partido. En Nicaragua Daniel Ortega modificó la constitución para permitir su reelección “indefinida” y algo similar logró Evo Morales en Bolivia. Los Kirchner en Argentina llevan 11 años mandando. De Cuba mejor ni hablemos.

El bolivarianismo se define a sí mismo a través de la negación: no tanto por lo que representa, sino por lo que odia y quisiera destruir. De sus odios, que incluyen a la “burguesía” y la economía de mercado, el más virulento es hacia Estados Unidos, nación a la que acusan de imperialismo. Eso explica las alianzas insólitas con países lejanos con los que lo único que comparten es el antiyanquismo: Rusia, Irán, Corea del Norte, etc. Pero en esto también son contradictorios los bolivarianos, ya que el padre fundador Hugo Chávez fue un caudillo de ambiciones imperialistas poco disimuladas. Cuando decía “La Gran Colombia” lo decía en serio, prueba de ello es la lista de países en los que se ha acusado al partido de Chávez de injerencia en sus elecciones: Guatemala, Costa Rica, Panamá, Bolivia, Ecuador, Perú y Argentina.

Fascismo, censuras, antidemocratismo, imperialismo: esos son los valores del eje bolivariano, al que desconocemos bajo nuestro propio riesgo. Aunque es un mamarracho ideológico, seguirá consiguiendo áulicos en América Latina gracias al barril sin fondo del petróleo venezolano, con el que han logrado comprar o callar a varias naciones. Si alguien tiene dudas acerca de cómo está la relación de fuerzas en el continente, basta ver que esta semana la valerosa diputada de la oposición venezolana María Corina Machado intentó hablar en la OEA sobre lo que este dogma destructor ha causado en su país, pero fue sacada del orden del día por votación de la mayoría de sus miembros. Colombia no hizo nada para defenderla.

@tways / ca@thierryw.net

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